pklomko
Páginas: 10 (2485 palabras)
Publicado: 10 de junio de 2014
El ñato se detuvo allí, se apartó de los niños y se acercó a la ventana de un cuarto con puerta al zaguán, de donde los chicos oyeron salir un apagado ruido metálico, como el de una cadena que alguien hiciese mover. Los dos hermanos se miraron, palideciendo. Un vivo sentimiento de angustia se reflejabaen sus facciones.
-¡Pobre loco!- dijeron, en ese tono infantil tan armonioso cuando cede a una emoción
compasiva.
El ñato se había acercado a la gruesa reja de hierro que cerraba sobre el patio la pieza del zaguán.
-¿Por qué lo tienen siempre encerrado? ¿Por qué no lo sueltan al pobre? -reflexionó Javier, con generoso ardor.
-¿Por qué lo tienen siempre encerrado? ¿Por qué no losueltan? Vayan a preguntárselo a la pícara de su hermana, a ña Manuela, como debían llamarla, y no doña Manuela, como ella se hace llamar. No crean que está loco -repuso el mozo, echando a andar en el interior de la casa-; la malvada hermana se lo hace creer a todo el mundo; pero es una buena mentira. Ustedes verán, yo les probaré a todos que no hay tal loco. Ahí lo verán ustedes; pero no se lodigan a nadie.
Al oír la recomendación final, los chicos sintieron que les daban una orden. Lo sintieron en el acento y la expresión severa, casi conminatoria, del semblante del mancebo.
Un momento después que los chicos y el ñato Díaz se alejaron de la puerta de calle, un hombre, joven aun, llegó de afuera hasta cerca de los dueños de casa y sus convidados.
Había cierta vaga tristeza ensu mirar, cierto ademán de quien no quiere trabar conversación. Mal vestido, con la barba de varios días sin afeitarse, tenía el aire enfermizo de una persona avejentada. Don Guillén procuró, sin embargo, detenerlo con nuevas observaciones sobre la fiesta del día. Don Miguel Topín agregó algunas alusiones a los sucesos que el pueblo seguía celebrando con su canción a las glorias del “triunfomarcial”.
Don Matías contestaba distraído, con una sonrisa forzada de interlocutor que desea escabullirse. Y después de un saludo de hombre corto de genio, en contorno, se retiró sin dar la mano, dirigiéndose con pasito corto de perro que huye, del lado de la casa chica, con la cabeza inclinada a la derecha, moviéndola maquinalmente, cual si repitiese su convicción de que debían estar esperándolo.Los cuatro dieron vuelta la espalda a la calle y caminaron hacia las habitaciones de la casa grande.
Al pasar por delante de la puerta del cuarto del zaguán, invariablemente cerrada, los esposos Topín la miraron con cierto aire supersticioso, casi tímido, como la habían mirado pocos momentos antes al llegar. Luego, en el patio, evitaron volver la vista hacia la ventana enrejada.
Habíanentrado al escritorio de don Guillén. La pieza tenía las dimensiones extensas de que usaban los edificadores, ya que llamarlos arquitectos sería presuntuoso, del coloniaje. Bajo la mesa, una hermosa perra de Terranova dormitaba sobre un pellón o cuero blanco de carnero. Un perro de la raza de los ratoneros dormía en una cesta muellemente tapizada con una vieja manta.
Al entrar los cuatroamigos, la perra les dio una bienvenida perezosa, meneando con lento vaivén el espeso plumero de la cola. El ratonero lo hizo con un gruñido sordo.
Don Miguel encendió un cigarrillo de hoja, y don Guillén un habano. Era un preludio de conversación. Agotado el asunto de la campaña restauradora, sobre el que habían hablado desde antes del almuerzo, doña Rosa tocó dos o tres puntos de la crónicalocal, escasa de interés en aquel tiempo.
Una amiga suya había salido con bien el día anterior; otra había tenido mellizos, de modo que no había ropita sino para un niño solamente.
-Falta de precaución -dijo don Miguel, con su seráfica sonrisa-; a nosotros no nos pasará eso, Rosa.
-Cállate, Miguel, no estés diciendo tonterías -dijo, con pudoroso dengue, doña Rosa-. Puesto que acabamos de...
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