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Bien sabe, Padre amantísimo, que me horroricé temiendo vuestra justicia y también me enfervoricé esperando y alegrándome mucho en su misericordia, que estos mismos afectos se me salían por los ojosy boca cuando en el mismo salmo leí aquellas palabras que dice su Espíritu Santo hablando con nosotros: Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo han de tener tan pesado y terreno el corazón? ¿Para qué amanla vanidad y buscan la mentira? Porque yo me hallaba comprendido en esto, pues había amado la vanidad y buscado la mentira; por eso ignoraba lo que allí dice el Profeta, esto es, que usted, Señor, yahabía glorificado a su Santo, resucitándole de entre los muertos y colocándole a su diestra, para que desde allí enviara al divino consolador, Espíritu de verdad, según lo había prometido, y comoefectivamente ya lo había enviado. Ya lo había enviado, porque ya él había sido glorificado, resucitando de entre los muertos y subiendo a los cielos; que si hasta entonces el Espíritu Santo no habíasido dado, era porque Jesucristo no había sido hasta entonces glorificado. El Real Profeta clamaba: ¿Hasta cuándo han de tener pesado el corazón? ¿Para qué aman la vanidad y buscan la mentira? Sepan queel Señor ha glorificado ya a su Santo. Primero clama diciéndonos: ¿Hasta cuándo? Después vuelve a clamar y decirnos: Sepan. Y yo, que fui por tanto tiempo ignorante, que amé la vanidad y busqué lamentira, por eso me estremecí todo al oír aquellas palabras, por acordarme muy bien de que yo había sido tal como aquellos a quienes se dirigían. Porque en aquellos fantasmas que yo había abrazado enlugar de la verdad no había otra cosa que vanidad y mentira. Por eso dije entonces muchas sentencias graves y fuertes hasta en el modo de decirlas, por el sentimiento y dolor que me causaba acordarme deaquellas cosas. ¡Ojalá que las hubieran oído los que todavía perseveran amando la vanidad y buscando la mentira! Puede ser que al oírme se hubieran conmovido tanto, que llegaran a vomitar aquel...