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Se dice que Rómulo Betancourt murió con la pesada carga de haber apoyado a Carlos Andrés Pérez para la Presidencia. Cuando perdió la campaña electoral de 1978, ganada por Luis Herrera Campins, le dijo: «Creo que lagente votó en masa contra el mal gobierno suyo. La corrupción y el desbarajuste administrativo, además de la crisis social y económica favorecieron al candidato de la oposición».
La corrupción en Venezuela es tan vieja como la existencia misma del país, pero en los últimos treinta años se ha agravado. En el primer gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez, Venezuela era un país, como dijoun analista criollo, «intoxicado por sus petrodólares». La renta petrolera creó en los venezolanos el espejismo de que en la vida todo era fácil, que con dinero se podía comprar hasta el cielo.
A la par de esta vida carlosandresista, donde cualquier familia tenía posibilidades de hacerse con vivienda, coche, vacaciones en el extranjero y otras comodidades, se desarrollaron los grandesnegocios de los ricos, en especial de empresarios y comerciantes.
Treinta años de corrupción.
Pero los políticos no se quedaban atrás. Fue la etapa en que echaron raíces muchos de los fuertes grupos económicos y negocios de distintos perfiles, cuyos dueños, accionistas o socios, eran hombres de los partidos políticos, algunas veces protegidos por los testaferros. Esto es lo que Pérez llamó«el gran milagro».
Las dimensiones de la corrupción comenzaron a tomar cuerpo en la estructura misma del sistema haciéndose casi, y lamentablemente, inseparables del quehacer político-social de Venezuela. Y en el ámbito colectivo se creó también una nueva forma de enfrentar la vida: la gente, en algunos casos, fue asimilando las lecciones de sus dirigentes y comenzó a aspirar a ganarse la vidafácilmente, esperar mucho pago por poco esfuerzo, hacer pequeñas trampas para obtener dividendos. En una palabra, también los corruptos de arriba lograron invertir los valores, corromper en cierta forma el modo de vida de determinados sectores de la sociedad.
El 4 de febrero de 1992 Venezuela llegó a una situación límite. El presidente Pérez retornaba de un viaje a Davos, Suiza, cuando en elmismo Aeropuerto Internacional de Maiquetía, el entonces ministro de la Defensa, general Fernando Ochoa Antich, le alerta sobre la intentona de un golpe de Estado que se estaba fraguando. El respondió que eso eran rumores. «Vamos a Caracas, general, y estése usted tranquilo».
Detrás habían quedado y dejado grandes heridas los lamentables sucesos del 27 y 28 de febrero de 1989, con...
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