representarnos diversos objetos de la misma forma que la obtenida por los sentidos exteriores, carece de importancia el que nos dé ocasión para desconfiar de la verdad de tales ideas,pues pueden inducirnos a error frecuentemente sin que durmamos, como sucede a aquellos que padecen de ictericia, que todo lo ven de color amarillo, o cuando los astros u otros cuerposdemasiado alejados nos parecen de tamaño mucho menor del que en realidad poseen. Pues bien estemos en estado de vigilia o bien durmamos, sólo debemos dejarnos persuadir por la evidenciad denuestra razón. Y es preciso señalar que yo afirmo, de nuestra razón y no de nuestra imaginación o de nuestros sentidos, pues aunque veamos el sol muy claramente, no debemos juzgar porello que posea el tamaño con que lo vemos y fácilmente podemos imaginar con perfecta claridad una cabeza de león unida al cuerpo de una cabra, sin que sea preciso concluir por ello queexista en el mundo una quimera, pues la razón no nos dicta que lo que vemos o imaginamos de este modo sea verdadero. Por el contrario, la razón nos dicta que todas nuestras ideas o nocionesdeben tener algún fundamento de verdad, pues no sería posible que Dios, que es sumamente perfecto y veraz, las haya colocado en nosotros careciendo del mismo. Y puesto que nuestrosrazonamientos no son jamás tan evidentes ni completos durante el sueño como durante la vigilia, aunque algunas veces nuestras imágenes sean tanto o más vivas y claras, la razón nos dictaigualmente que, no pudiendo nuestros pensamientos ser todos verdaderos, ya que nosotros no somos omniperfectos, lo que existe de verdad debe de encontrarse infaliblemente en aquellos que tenemosestando despiertos más bien que en los que tenemos mientras soñamos.
(Trad., Guillermo Quintás Alonso, Alianza Editorial, Colección Materiales/Filosofía y Pensamiento, Madrid 1999)
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