Podemos Recordarlo Por Usted
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Despertó... y deseó estar en Marte. Pensó en los valles. ¿Qué se sentiría al caminar por ellos? Creciendo incesantemente, el sueño fue en aumento a medida que recuperaba sus sentidos: el sueño y el ansia. Casi llegaba a sentir la abrumadora presencia del otro mundo, que solamente habían visto los agentes del Gobierno y los altosfuncionarios. ¿Y un empleado como él? No, no era probable. - ¿Te levantas o no? - preguntó su esposa Kirsten, con tono soñoliento y con su nota habitual de malhumor -. Si estás ya levantado, oprime el botón del café caliente en el maldito horno. - Está bien - respondió Douglas Quail. Descalzo, se dirigió desde el dormitorio a la cocina. Allí, tras haber hecho presión, obedientemente, sobre el botón del cafécaliente, tomó asiento ante la mesa, extrajo un bote pequeño, de color amarillo, de buen Dean Swift. Inhaló profundamente y la mezcla Beau Nash le produjo picor en la nariz y al mismo tiempo le quemó el paladar. Pero continuó inhalando; el producto le despertó y permitió que sus sueños, sus nocturnos deseos, sus ansias esporádicas se condensaran en algo parecido a la racionalidad. - ¡Iré! - sedijo a sí mismo -. Antes de morir, veré Marte. Por supuesto, era imposible, y aun soñando, esto lo sabía muy bien. Pero la luz del día, el ruido habitual que hacía su esposa al cepillarse el cabello ante el espejo del tocador..., todas las cosas conspiraron repentinamente para recordarle lo que él era. «Un miserable empleado asalariado», se dijo con amargura. Kirsten le recordaba tal circunstanciapor lo menos una vez al día, y él no la culpaba por ello; era una labor de esposa lograr que el marido asentara los pies firmemente sobre la tierra. En la Tierra, pensó, y se echó a reír. La frase le hacia gracia. - ¿En qué estás pensando? - preguntó la esposa, cuando entró en la cocina arrastrando por el suelo un pico de su larga bata color rosa -. Apuesto a que estás soñando de nuevo. Estarás enlas nubes, como siempre. Tienes la cabeza llena de pájaros. - Sí - respondió él, mirando por la ventana de la cocina hacia los taxis aéreos y demás artilugios volantes, así como a la gente que se apresuraba para acudir a su trabajo. Al cabo de un rato, también él estaría entre todas aquellas personas. Como siempre.
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- Apuesto a que tus sueños tienen algo que ver con alguna mujer - dijoKirsten, sonrojándose. - No - contestó -. Con un dios. Con el dios de la guerra. Tiene maravillosos cráteres y en sus profundidades crece toda clase de vida vegetal. - Escucha - dijo Kirsten, agachándose a su lado y hablando calurosamente, a la vez que abandonaba por unos instantes el tono normal y áspero de su voz -. El fondo del océano... «nuestro» océano, es infinitamente más bello. Lo sabes bien;todo el mundo lo sabe. Alquila para un equipo de branquias artificiales, pide una semana de permiso en el trabajo y podremos sumergirnos y vivir en uno de esos maravillosos lugares de recreo acuáticos que están abiertos todo el año. Y además... La mujer se detuvo y añadió tras una breve pausa: - No me escuchas. Deberías hacerlo. Eso es mucho mejor que tu obsesión por Marte. ¡Ni siquiera meescuchas! ¡Cielo santo!, ¡estás condenado, Doug! ¿Qué va a ser de ti? - Me voy a trabajar - dijo él, poniéndose en pie y olvidándose del desayuno -. Eso es lo que va a ser de mi. La esposa lo miró con expresión dubitativa y dijo: - Cada día estás peor, más y más fantástico. ¿Adónde te va a llevar todo esto? - A Marte - contestó, abriendo la puerta del armario para coger una camisa limpia. Tras haberdescendido del taxi, Douglas Quail caminó lentamente a través de tres abarrotadas calzadas especiales para peatones, dirigiéndose hacia aquel umbral moderno y atractivo. Allí se detuvo contemplando el tráfico de media mañana y con suma calma leyó el rótulo de neón. Ya en el pasado lo había leído muchas veces pero nunca desde tan cerca. Esto era diferente. Lo que hacía ahora era algo más. Algo que...
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