Poder y decisión
La producción discursiva que alienta el combate de un capitalismo encarnado en un reducido número de poderosos que explotan a las masas proletarias es infinita y másbien heterogénea. La sola idea de la existencia de mercaderes inmorales que digiten los designios de millones de desdichados en procura de su beneficio personal, conoce su deformación más perversa en elantisemitismo del Nacional Socialismo alemán, que con sus particularidades de época, subsiste oculto en los más inocentes progresismos.
La actualidad nos devuelve una noticia nefasta para elromanticismo revolucionario: la era de los dueños ha caído. Los medios de producción ahora yacen en manos de anónimos accionistas, con mayor o menor grado de participación de unas no menos anónimassociedades.
El progresista bienintencionado nos dirá entonces que la relación de fuerzas es la misma, a lo que habremos de adherir sin reparos, pero no sin señalar que la relación de poder es laque se ha transformado sensiblemente.
En los días que corren es difícil ubicar nombres propios a la cabeza de las principales corporaciones. Los otrora presidentes de las sociedades (cuyoapellido generalmente era coincidente con la denominación de esa empresa) han devenido en directores ejecutivos (denominados CEO, del inglés chief executive officer), figuras mucho más mudables einconsistentes.
Estos nuevos referentes se nos corporizan como omnipotentes empresarios, pero su realidad es antes bien una muy distinta. Sus determinaciones están sujetas a la revisión de una pluralidadde voluntades individuales que en cada una de sus partes expresa su afán de procurarse beneficios constantes.
Misma idea podríamos aplicar, por ejemplo, a los fenómenos mediáticos. Por mucho...
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