POE Edgar Allan Cuentos

Páginas: 185 (46031 palabras) Publicado: 8 de abril de 2015
Edgar Allan Poe

1

Índice
Por qué el pequeño francés lleva la
mano en cabestrillo

3

Mixtificación

8

Nunca apuestes tu cabeza al diablo

15

El sistema del doctor Tarr y del
profesor Fether

23

El diablo en el campanario

37

Los anteojos

44

Bon-Bon

63

Tú eres el hombre

76

Tres domingos por semana

87

El hombre que se gastó

93

El tonel de amontillado

101

2

Por qué el pequeñofrancés lleva la
mano en cabestrillo
Claro que sí! Está en mi tarjeta de visita (y en papel satinado color rosa);
cualquiera que desee puede leer en ellas las interesantes palabras: «Sir
Patrick O’Grandison, Baronet, 39, Southampton Row, Rusell Square,
Parroquia de Bloomsbury». Y si quisiera usted descubrir quién es el rey
de la buena educación y el que da el último grito del buen tono en la
ciudadde Londres… pues aquí lo tiene. No vaya a asombrarse (y mejor
será que deje de pellizcarse la nariz), pues por cada pulgada de las seis
vigilias afirmo que soy un caballero, y desde que salí de los pantanos
irlandeses para convertirme en baronet, vuestro Patrick ha estado
viviendo como un emperador, educándose y refinándose. ¡Caracoles,
para sus ojos sería una bendición si se posaran un momentosobre Sir
Patrick O’Grandison, Baronet, cuando se viste para ir a la ópera o va a
subir a su coche para dar una vuelta por Hyde Park! A causa de mi
elegante figura, todas las damas se enamoran de mí. ¿Va a negarme
alguien que mido seis pies y tres pulgadas, con los calcetines puestos, y
que soy perfectamente bien proporcionado? En cambio, el extranjero, el
pequeño francés que vive frente a mi casa,mide apenas tres pies y un
poquitín más. ¡Sí, el mismo que se pasa el día comiéndose con los ojos
(¡para su mala suerte!) a la preciosa viuda Mistress Tracle, vecina mía
(¡Dios la bendiga!) y excelente amiga y conocida! Habrá usted observado
que el pequeño gusano anda un tanto alicaído y que lleva la mano
izquierda en cabestrillo; bueno, precisamente me disponía a contarle por
qué.
La verdad esmuy sencilla, sí, señor; el mismísimo día en que llegué a
Connaught y salí a ventilar mi apuesta figura a la calle, apenas me vio la
viuda, que estaba asomada a la ventana, ¡zas, su corazón quedó
instantáneamente prendado! Me di cuenta en seguida, como se
imaginará, y juro ante Dios que es la santa verdad. Primero de todo vi
3

que abría la ventana en un santiamén y que sacaba por ella unos ojazosabiertos de par en par, y después asomó un catalejo que la lindísima
viuda se aplicó a un ojo, y que el diablo me cocine si ese ojo no habló tan
claro como puede hacerlo un ojo de mujer, y me dijo: «¡Buenos días
tenga usted, Sir Patrick O’Grandison, Baronet, encanto! ¡Vaya apuesto
caballero! Sepa usted que mis garridos cuarenta años están desde ahora
a sus órdenes, hermoso mío, siempre que leparezca bien.» Pero no era
a mí a quien iban a ganar en gentileza y buenos modales, de manera que
le hice una reverencia que le hubiera partido a usted el corazón de
contemplarla, me quité el sombrero con un gran saludo y le guiñé dos
veces los ojos, como para decirle: «Bien ha dicho usted, hermosa
criatura, Mrs. Tracle, encanto mío, y que me ahogue ahora mismo en un
pantano si Sir PatrickO’Grandison, Baronet, no descarga una tonelada
de amor a los pies de su alteza en menos tiempo del que toma cantar
una tonada de Londonderry».
A la mañana siguiente, cuando estaba pensando si no sería de buena
educación mandar una cartita amorosa a la viuda, apareció mi criado con
una elegante tarjeta y me dijo que el nombre escrito en ella (porque yo
nunca he podido leer nada impreso a causa de ser zurdo) erael de un
Mosiú, el conde Augusto Luquesi, maître de danse (si es que todo esto
quiere decir algo), y que el dueño de esa endiablada jerigonza era el
pequeño francés que vive enfrente de casa.
En seguida apareció el pequeño demonio en persona, me hizo un
complicado saludo, diciendo que se había tomado la libertad de
honrarme con su visita, y siguió charlando y charlando largo rato, y
maldito...
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