poema
Tres eran, mas la Inglaterra
volvió a lanzarse a las olas,
y las naves españolas
tomaron rumbo a su tierra.
Sólo Francia gritó: “¡Guerra!”
soñando ¡oh patria! en vencerte, sirviéndose en su provecho
se alzó erigiendo en derecho
el derecho del más fuerte.
Sin ver que en lid tan sangrienta
tu brazo era más pequeño,
la lid encarnó en su empeño
la redenciónde tu afrenta.
Brotó en luz amarillenta
la llama de sus cañones,
y el mundo vio a tus legiones
entrar al combate rudo,
llevando por solo escudo
su escudo de corazones.
Y entonces fuecuando al grito
lanzado por tu denuedo,
tembló la Francia de miedo
comprendiendo su delito.
Cuando a tu aliento infinito
se oyó la palabra sea,
y cuando al ver la pelea
terrible ydesesperada
se alzó en tu mano la espada
y en tu conciencia la idea.
Desde que ardió en el oriente
la luz de ese sol eterno
cuyo rayo puro y tierno
viene a besarte la frente,
tu banderaindependiente,
flotaba ya en las montañas,
mientras las huestes extrañas
alzaban la suya airosa,
que se agitaba orgullosa
del brillo de las hazañas.
Y llegó la hora y el cielo
nublado yoscurecido
desapareció escondido
como en los pliegues de un velo.
La muerte tendió su vuelo
sobre la espantada tierra
y entre el francés que se aterra
y el mexicano iracundo,
se alzóestremeciendo al mundo
tu inmenso grito de guerra.
Y allí el francés, el primero
de los soldados del orbe,
el que en sus glorias absorbe
todas las del mundo entero,
tres veces pálido y fiero se vio a correr obligado,
frente al pueblo denodado
que para salvar tu nombre
te dio un soldado en cada hombre
¡y un héroe en cada soldado!
¡Sí, patria! desde ese día
tú no eres yapara el mundo
lo que en su desdén profundo
la Europa se suponía,
desde entonces, patria mía,
has entrado a una nueva era,
la era noble y duradera
de la gloria y del progreso,
que bajan...
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