Poemas A Quito
Y como estamos próximos a celebrar las fiestas de Quito, vale la pena dejarles un poema a la “carita de Dios” escrito por Hipatia.
“Quito Mi Terruño”
En el brillo del día
el cielo azul cubre de esplendor
tus bellos paisajes,
de frondosos árboles
de color esperanza.
En elatardecer
tu dulce encanto
acompaña de luz mi vida,
tus lluvias humedecen
las flores de tus parques
y de tus plazas.
En el anochecer
tus iglesias son símbolo permanente
de lo natural de tu belleza,
formas parte de mis días
de mis tardes y de mis noches
QUITO mi corazón para ti,
apacible terruño mío.
Situada en la avenida de los volcanes e imponente como los níveos colosos que se divisadesde su balcón, Quito resplandece y hechiza como la preciosa joya que lo es. Egregia soberana de los Andes, cual cóndor irreductible que tiende sus alas hacia horizontes de libertad, incapaz de continuar sometida a la tiranía del colonialismo español que se abatía sobre América cada vez con mayor salvajismo, elevó su altiva voz para hender el ámbito con el primer grito de independencia, ganándosehonrosamente el calificativo de “Luz de América”.
A la sazón, Iberoamérica se hallaba crecida y configurada para independizarse y la proclama lanzada desde el Pichincha encontraría resonante eco en ella. Mas la factura que por tal episodio le presentó a Quito el opresor, fue realmente costosa. Sin embargo, generosa con la sangre de sus hijos, al verse atrapada en el torbellino de laconflagración que ella misma la desencadenara, aceptó con dignidad el sacrificio impuesto. Fue así que la búsqueda de su emancipación política no sufrió menoscabo por el holocausto de los mártires del 2 de agosto de 1810, que más bien le valió para acrecentar la hoguera cívica que se mantendría incólume hasta alcanzar la independencia con la gloriosa Batalla de Pichincha.
A partir de entonces, Quito,desde su encumbrada posición histórica y topográfica, marca el ritmo de la marcha de la Patria hacia campos promisorios, segura de romper nuevas cadenas que amenacen con despojar su libertad.
Quito, majestuosa ciudad, loada por trovadores y poetas hechizados por el fulgor de su belleza, cortejada y sitiada por arribistas politiqueros que la sienten suya en el festín de sus sueños impúdicos,obsesión de tiranuelos de aldea que ansían someterla a su déspota égida, nombrada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad, regazo maternal de nativos y extranjeros, difícilmente se verá amenazada por la competencia de una rival. Cuando cierto afamado turista, que no encontraba placer sino en contemplar las maravillas del mundo, refiriéndose a Quito, afirmó exaltado que como ella no existíaotra, simplemente se ciñó a la escueta verdad. Porque el embrujo que ejerce Quito no estriba únicamente en la espléndida arquitectura religiosa, plasmada con estética genial, y en la perfección alcanzada por el arte de la escultura y la pintura, sin igual en Sudamérica. Si bien, sus templos con sus maravillosas fachadas e interiores dominados por una extraordinaria profusión de elementos decorativoscasi siempre chapeados en finísimo oro, son auténticos monumentos. Tampoco depende su proverbial atractivo exclusivamente de ese peculiar sello que imprimen las angostas y sinuosas calles al serpentear perezosas las laderas de la urbe, pues él sólo contribuye a reforzarlo. Mas estos atributos coadyuvan a configurar solamente la grandeza tangible de ella.
Pues Quito cuenta además con otracualidad tanto o más importante que las anteriores, aunque ésta no se la ve sino con los ojos del alma. Mimetizada en el aire, pero mucho más sutil que éste, se filtra en el ser para rozar sus fibras más sensibles. Es el espíritu de la hidalga ciudad que, en su condición de liberal anfitrión, no restringe indulgencias en beneficio de sus huéspedes. Se lo percibe por doquier abstraído en dotar de...
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