poemas
La Creación es un templo de pilares vivientes
Que a veces salir dejan sus palabras confusas;
El hombre lo atraviesa entre bosques de símbolos
Que lo contemplan con miradas familiares.
Como los largos ecos que de lejos se mezclan
Con una tenebrosa y profunda unidad,
Vasta como la luz, como la noche vasta,
Se responden sonidos, colores y perfumes.
Hay perfumes tanfrescos como carnes de niños,
Dulces tal como oboes, verdes cual las praderas
Y hay otros, corrompidos, ricos y triunfantes,
Que tienen la expansión de cosas infinitas,
Como el almizcle, el ámbar, el benjuí y el incienso,
Que cantan los transportes de sentidos y espíritu.
El enemigo
Mi juventud fue sólo tenebrosa tormenta,
Por rutilantes soles cruzada acá y allá;
Relámpagosy lluvias la hicieron tan violenta,
Que en mi jardín hay pocos frutos dorados ya.
De las ideas hoy al otoño he llegado,
Y rastrillos y pala ahora debo emplear
Para igualar de nuevo el terreno inundado,
Donde el agua agujeros cual tumbas fue a cavar.
¿Quién sabe si las flores nuevas que en sueño anhelo
Hallarán como playas en el regado suelo
El místico alimento que les diera vigor?¡Dolor!, ¡dolor! ¡El tiempo, ay, devora la vida,
Y el oscuro enemigo que roe nuestro interior
Con nuestra propia sangre crece y se consolida!
el reloj
Los chinos ven la hora en los ojos de los gatos. Cierto día, un misionero que se paseaba por un arrabal de Nankin advirtió que se le había olvidado el reloj, y le preguntó a un chiquillo qué hora era.
El chicuelo del celeste Imperio vaciló al pronto;luego, volviendo sobre sí, contestó: "Voy a decírselo." Pocos instantes después presentóse de nuevo, trayendo un gatazo, y mirándole, como suele decirse, a lo blanco de los ojos, afirmó, sin titubear: "Todavía no son las doce en punto." Y así era en verdad.
Yo, si me inclino hacia la hermosa felina, la bien nombrada, que es a un tiempo mismo honor de su sexo, orgullo de mi corazón y perfume demi espíritu, ya sea de noche, ya de día, en luz o en sombra opaca, en el fondo de sus ojos adorables veo siempre con claridad la hora, siempre la misma, una hora vasta, solemne, grande como el espacio, sin división de minutos ni segundos, una hora inmóvil que no está marcada en los relojes, y es, sin embargo, leve como un suspiro, rápida como una ojeada.
Si algún importuno viniera a molestarmemientras la mirada mía reposa en tan deliciosa esfera; si algún genio malo e intolerante, si algún demonio del contratiempo viniese a decirme: "¿Qué miras con tal cuidado? ¿Qué buscas en los ojos de esa criatura? ¿Ves en ellos la hora, mortal pródigo y holgazán?" Yo, sin vacilar, contestaría: "Sí; veo en ellos la hora. ¡Es la Eternidad!"
¿Verdad, señora, que este es un madrigal ciertamente meritorioy tan enfático como vos misma? Por descontado, tanto placer tuve en bordar esta galantería presuntuosa, que nada, en cambio, he de pediros.
El yo pecador del artista
¡Cuán penetrante es el final del día en otoño! ¡Ay! ¡Penetrante hasta el dolor! Pues hay en él ciertas sensaciones deliciosas, no por vagas menos intensas; y no hay punta más acerada que la de lo infinito.
¡Delicia grande la deahogar la mirada en lo inmenso del cielo y del mar! ¡Soledad, silencio, castidad incomparable de lo cerúleo! Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeñez y aislamiento, de mi existencia irremediable, melodía monótona de la marejada, todo eso que piensa por mí, o yo por ello -ya que en la grandeza de la divagación el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical ypintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones.
Tales pensamientos, no obstante, ya salgan de mí, ya surjan de las cosas, presto cobran demasiada intensidad. La energía en el placer crea malestar y sufrimiento positivo. Mis nervios, harto tirantes, no dan más que vibraciones chillonas, dolorosas.
Y ahora la profundidad del cielo me consterna; me exaspera su limpidez. La insensibilidad...
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