Poesia hematofaga
Ela, se detuvo al final del sendero, al borde de un generoso afluente, auxilio de los caminantes, que bullía raudo y febril desde las entrañas de ¡Gaya!. De rodillas inclinando lacerviz para beber veía, reflejada en el espejo del agua benévola la imagen de Afrodita, en lugar de la de ella. Después de beber hasta la saciedad admiraba el vasto prado tendido como un inmenso tapizcolorido, para el solaz de los dioses; y como a la espera de ellos, se tendió somnolienta sobre el estroma; ofreciéndoseles como la amada al amante.
Dos diamantes engastados de esmeraldas, ocultosbajo el tapiz de los párpados bordeados por pestañas leonadas, daban a la belleza de la deidad matices de erotismo, y sensualidad virginal. Mientras, Morfeo, la abrazaba delirante; sumergiéndolaen la sima de la inconsciencia. Vestida de fina seda salpicada de flores multicolores con el dobladillo encima de la rodilla. Tendida como estaba, boca arriba sobre la grama, mostraba parte de susmuslos tallados en nogal, barnizados con un color rubio asoleado. Sus senos orondos, ávidos de voluptuosidad, retaban con sus pezones: Al abate, y al obispo; al mozo, y al longevo; al casto, y allascivo.
Mientras el tiempo implacable transcurría la tierra se vestía con el traje oscuro para dormir. Se escuchaba el canto del silencio esparciéndose parsimonioso por toda la vasta región.
La...
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