polas
-Todavía no he llegado a ninguna conclusión -respondió mi compañero.
-Pero nosotros ya llegamos a la nuestra ayer, v ahora se ha demostrado que era la acertada. Tendrá que reconocer que esta vez le hemos sacado un poco de delantera, señor Holmes.
-Desde luego, da usted la impresiónde que ha ocurrido algo extraordinario -dijo Holmes.
Lestrade se echó a reír ruidosamente.
-No le gusta que le venzan, como a cualquiera -dijo-. Pero
uno no puede esperar salirse siempre con la suya, ¿no cree, doctor Watson? Pasen por aquí, por favor, caballeros, y creo que podré convencerles de una vez por todas de que fue John McFarlane quien cometió este crimen.
Nos guió a través de unpasillo que desembocaba en un oscuro vestíbulo.
-Por aquí debió venir el joven McFarlane a recoger su sombrero después de cometer el crimen -dijo-. Y ahora, fíjese en esto.
Con un gesto dramático, encendió una cerilla e iluminó con su llama una mancha de sangre en la pared encalada. Era la huella inconfundible de un dedo pulgar.
-Examínela con su lupa, señor Holmes.
-Sí, eso hago.
-Estaráusted al corriente de que no existen dos huellas dactilares iguales.
-Algo de eso he oído decir .
-Muy bien, pues entonces haga el favor de comparar esta huella con esta impresión en cera del pulgar derecho del joven McFarlane, tomada por orden mía esta mañana.
Colocó la impresión en cera junto a la mancha de sangre, y no hacía falta ninguna lupa para darse cuenta de que las dos marcasestaban hechas, sin lugar a dudas, por el mismo pulgar. Tuve la seguridad de que nuestro desdichado cliente estaba perdido.
-Esto es definitivo -dijo Lestrade.
-Sí, es definitivo -repetí yo, casi sin darme cuenta.
-Es definitivo -dijo Holmes.
Creí percibir algo raro en su tono y me volví para mirarlo. En su rostro se había producido un cambio extraordinario. Estaba temblando de regocijocontenido.
Sus ojos brillaban como estrellas. Me pareció que hacía esfuerzos desesperados por contener un ataque convulsivo de risa.
-¡Caramba, caramba! -exclamó por fin-. ¡Vaya, vaya! ¿Quién lo iba a pensar? ¡Qué engañosas pueden ser las apariencias, ya lo creo! ¡Un joven de aspecto tan agradable! Debe servirnos de lección para que no nos fiemos de nuestras impresiones, ¿no cree, Lestrade?
-Puessí, hay gente que tiende a creerse infalible, señor Holmes -dijo Lestrade. Su insolencia resultaba insufrible, pero no odíamos darnos por ofendidos.
-¡Qué cosa más providencial que el joven fuera a apretar el pulgar derecho contra la pared al coger su sombrero de la percha! ¡Una acción tan natural, si nos ponemos a pensar en ello! -Holmes estaba tranquilo por fuera, pero todo su cuerpo seestremecía de emoción reprimida mientras hablaba-. Por cierto, Lestrade, ¿quién hizo este sensacional descubrimiento?
-El ama de llaves, la señora Lexington, fue quien se lo hizo notar al policía que hacía la guardia de noche.
-¿Dónde estaba el policía de noche?
-Se quedó de guardia en el dormitorio donde se cometió el crimen, para que nadie tocase nada.
-¿Y cómo es que la policía no vio estahuella ayer? -Bueno, no teníamos ningún motivo especial para examinar con detalle el vestíbulo. Además, no está en un lugar muy visible, como puede apreciar.
-No, no, claro que no. Supongo que no hay ninguna duda de que la huella estaba aquí ayer.
Lestrade miró a Holmes como si pensara que éste se había vuelto loco. Confieso que yo mismo estaba sorprendido, tanto de, su comportamiento jocosocomo de aquel extravagante comentario.
-A lo mejor piensa usted que McFarlane salió de su celda en el silencio de la noche con objeto de reforzar la evidencia en su contra -dijo Lestrade-. Emplazo a cualquier especialista del mundo a que diga si ésta es o no la huella de su pulgar.
-Es la huella de su pulgar, sin lugar a discusión.
-Bien, pues con eso me basta -dijo Lestrade-. Soy un hombre...
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