Pole pole
de Zanzíbar a Tanganica
Martín Caparrós
Hacia 1872 Henry Stanley escribió la que se convertiría en la crónica de viaje más famosa del siglo XIX. Más de cien años después de la publicación de En busca del doctor Livingstone, Martín Caparrós replica los pasos de su autor para escribir su propia versión de este viaje a través de un relajado y caluroso rincón de África.
N° 100Agosto de 2009
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Hace caliente. Las sábanas se encharcan y busco la manera; el olor es sudor y canela. Dos mariposas rojas se rozan en el aire; cotorras cuchichean. La plegaria del almuecín se cuela por las celosías; más abajo, en la calle, las colegialas llevan velos negros, y grititos cuando las mira un hombre.La siesta llama cuerpos. Un soplo apenas mueve el tul azul que cuelga de las columnas de mi cama: relámpagos serenos. Zanzíbar es un exceso de todos los sentidos, el peso de una fruta reventando y la cama encharcada y yo, en medio de este aire, sigo leyendo como un nabo el mayor best-seller periodístico del siglo XIX.
“El 16 de octubre de 1869, cuando me hallaba en Madrid en mi casa de la callede la Cruz, me trajo mi criado un telegrama expedido por el señor James Gordon Bennet, director del New York Herald, de quien yo era corresponsal. Rasgué el sobre y leí: ‘Vuelva a París, asunto importante’ ”. Así empezaba En busca del doctor Livingstone, de Henry Morton Stanley: el asunto era, por supuesto, la búsqueda de David Livingstone, el explorador por excelencia, que llevaba años perdidoen el corazón de África. Para el público occidental de 1870 las expediciones a África eran tan emocionantes como lo fueron para el de 1970 los viajes a la Luna, solo que mucho más difíciles: sobre el África nadie sabía nada.
Stanley era básicamente un mentiroso: un gran cronista. Cuando nació, en 1841, Henry Morton Stanley se llamaba John Rowlands y lo anotaron como el hijo bastardo de unamucama soltera y galesa; hay quienes dicen que toda su vida fue la lucha para deshacerse de esa primera etiqueta. Muchos años después, cuando escribió sus memorias, Stanley dijo que se llamaba Stanley porque lo había adoptado Henry Stanley, un comerciante de Nueva Orleans que nunca lo adoptó. Stanley había cruzado Norteamérica buscándose la vida y se enroló en el ejército esclavista del Sur porque unaseñorita sureña le mandó una enagua vieja para tratarlo de cobarde. Pero cayó prisionero en su primera batalla. Seis semanas después aceptó la oferta yankee: recuperaría su libertad a cambio de incorporarse al ejército enemigo.
A sus 25 años, marinero experimentado y embustero crónico, Stanley decidió dedicarse a la profesión que le correspondía: el periodismo. Empezó en un diario de SaintLouis, Missouri: lo mandaron a seguir una campaña contra los pieles rojas. La expedición fue pacífica, casi pachorrienta, pero Stanley informó a sus lectores “el principio de la Gran Guerra India”. Stanley, pese a todo, sabía mirar a su alrededor para contar lo que veía: eso, en el periodismo de 1870, era una novedad, y le dio cierto espacio.
Stanley era sobre todo un resentido: alguien que queríamás que nada demostrarle su error al mundo que lo había despreciado. Tiempo después le ofreció al dueño del New York Herald, el diario más amarillo de la época, cubrir a sus expensas la expedición militar británica contra Teodoro, emperador chiflado de Abisinia. Fue su primer gran éxito: sobornando al telegrafista de Suez consiguió mandar la noticia de la muerte del emperador mucho antes que suscolegas. Aquella exclusiva lo convirtió en un periodista reconocido, y en eso estaba cuando se lanzó a la búsqueda del viejo explorador. Livingstone, misionero escocés, era uno de los grandes personajes mediáticos del momento, un héroe nacional británico: su desaparición tenía en vilo a las masas.
Dicen que Stanley era bajo, gordito, cara coloradota, y la primera mentira de su relatoes aquel...
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