Politica
Enaquella ocasión, el planteamiento partía de la lectura que podía dársele a la vida social que el senador panista Guillermo Anaya y el ex gobernador priísta, Enrique Martínez, desarrollaban como grandesamigos.
Esa aparente relación entre dos políticos de partidos diferentes, cuya convivencia surgió cuando el primero era alcalde de Torreón y el segundo gobernador de Coahuila, —pues jamás se les viotener contacto social—, daba un claro mensaje de unificación entre fuerzas hoy marginales, que parecen tener en común el deseo de enfrentar al grupo gobernante.
Con los descalabros electoralessufridos por el PAN en la elección del pasado 5 de julio, la prospectiva era que podía surgir una nueva oposición, conformada por los grupos políticos priístas y panistas, tradicionalmente influyentes, queen los últimos cuatro años han visto mermar su poder.
El principal problema entre panistas era, hasta hace un par de semanas, respecto a la conciliación de los grupos internos del PAN, que no podíanpor sus rencillas cabildear entre sí en torno a una misma figura. Lo lograron vía imposición.
Los panistas decidieron solventar complicaciones y aceptaron la imposición de Óscar Moahamar, comocandidato a la alcaldía de Saltillo, dejando fuera a Edmundo Gómez, quien se perfilaba desde el Grupo Saltillo.
Una vez más, la presencia de Guillermo Anaya se dejó sentir en el PAN, que desde laadquisición de la presidencia del comité estatal para sus incondicionales, prácticamente ha dejado sin margen a sus compañeros.
El asunto no es de extrañar. En torno a Anaya Llamas aparecen los delegadosfederales, los cargos partidarios, así como las candidaturas de los últimos dos procesos electorales, en los que con todo el PAN no ha podido obtener un resultado decoroso. Los otros grupos, si no se...
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