politica

El nacimiento de la democracia occidental está inextricablemente asociado con el surgimiento de los primeros periódicos.  En efecto, desde los años anteriores a la explosión revolucionaria en Francia (1770-1789) en gran medida fueron los folletos, hojas sueltas y demás publicaciones fruto de tertulias, conciliábulos y conspiraciones las que permitieron la rápida difusión de las nuevas ideassobre el orden político.  Para los republicanos franceses la imprenta se convirtió en un arma tanto o más letal que las picas y los cañones, y la tinta y el papel en recursos tan potentes como la pólvora y la metralla.
De mediados del siglo XVIII a esta parte, aquellos vehículos primitivos del pensamiento político han evolucionado mucho. Hoy no son periódicos impresos sino redes virtuales las que hanviabilizado la caída de Hosni Mubárak y son redes virtuales también las que han hecho temblar a los regímenes totalitarios o autocráticos que, al igual que sus predecesores monárquicos, se estremecen cada vez que son golpeados por el libre flujo de las ideas. Esta realidad pone en evidencia la relación directa que existe –que siempre ha existido- entre los medios de comunicación colectiva y lapolítica. Pese a la añeja retórica de la “objetividad” y de una presunta “neutralidad” de los medios, lo cierto es que, para todos los efectos, éstos cumplen con una importante función social que no está exenta de sesgos y matices de naturaleza política e ideológica, y hasta de tipo político-electoral. Algunas veces tal condición se disimula más y otras veces menos, pero no es creíble la opinión dequienes sostienen la existencia de medios de comunicación ideológicamente asépticos, capaces de abstraerse de cualquier “contaminación política”.
La verdad es que la constatación de las preferencias políticas de los medios no debería ser motivo de escándalo ni de descalificación en las democracias modernas.  En cualquier país “grande”, pero especialmente en los desarrollados, coexisten en felizequilibrio medios de comunicación para todas las preferencias, cada uno de los cuales presenta la realidad tal y como la percibe sin demérito a una excelente calidad en la cobertura noticiosa.  Tómese por ejemplo el caso de la prensa escrita.  Los conservadores españoles leen El Mundo y ABC, no El País ni Público.  Los “liberales” estadounidenses se decantan por el New York Times o el (ahoravirtual) Christian Science Monitor en lugar del Washington Times o el Wall Street Journal.  Es dudoso que un intelectual progresista mexicano opte por Excelsior en lugar de La Jornada o que un neoliberal peruano deje de consultar El Comercio de Lima como su referente noticioso cotidiano.  Esta pluralidad no sólo refleja un adecuado equilibrio en la cobertura periodística.  También permite, más allá dela esencial libertad de prensa, el ejercicio de la libertad de expresión, concepto éste último mucho más inclusivo y también cónsono con la noción moderna de democracia participativa.
El problema es mayor, por cierto, en los países más pequeños y pobres en donde tal pluralidad no existe y la ciudadanía se ve obligada por lo tanto a consumir noticias que son divulgadas por uno o varios medios desimilar talante ideológico o político.  Allí resulta obvio que la manipulación de la información es mayor y el riesgo de que esa manipulación sea políticamente inducida aumenta.  Frente a ese contexto hay poco que hacer, en especial si a la limitada oferta comunicacional se suma la existencia de un régimen de débiles credenciales democráticas, poco interesado en fomentar el debate público.Entonces, “el frío no está en las cobijas”. El tema no es si los medios de comunicación tienen inclinaciones o preferencias políticas (que las tienen) sino más bien cómo es que las expresan y en qué tanto dicha expresión promueve o inhibe el desarrollo democrático de una sociedad. También habría que preguntarse, a ese respecto, por qué es que los medios de comunicación en algunos países –Costa Rica...