POLITICAS DE LA AMISTAD
(W. Blake)
¿Amar a sus enemigos? Creo que esta lección ha sido bien aprendida: en nuestros días se aplica de mil maneras...[ii].
La vida del enemigo. Quien vive de combatir a un enemigo, tiene interés en que éste siga con vida [iii].
(F. Nietzsche)
«Oh, amigos míos, no hay ningún amigo»: sabiduría y últimavoluntad. El tono de la frase es en primer término indeciso, sin duda, y sólo vamos a ensayar aquí una variación entre tantas otras posibles [iv]. Pero a la primera escucha, la que se deja guiar ingenuamente por lo que algunos llaman el lenguaje ordinario y las palabras de todos los días, por una interpretación muy próxima de un cierto sentido común (¡toda una historia ya!), la frase parecemurmurada. Como si imitase al menos el suspiro elocuente, aparenta la gravedad sentenciosa y melancólica de un testamento. Alguien suspira, quizá un sabio suspira. Quizá. Quizá les habla a sus hijos o a sus hermanos reunidos por un instante alrededor del lecho de muerte: «Oh, amigos míos, no hay ningún amigo».
El testamento llega desde entonces hasta nosotros, que lo heredamos también por encima de losherederos naturales o legítimos. Por una vía que no se nos dice, y aun cuando el sentido del legado está todavía por descifrar. Nos ordena en primer lugar entenderlo como hay que hacerlo. Nada puede justificar completamente que parta, como de hecho lo hago, del lugar de lengua y de tradición en el que yo lo he recibido, a saber, el francés de Montaigne. Nos ocurre que nos inquietamos por ese amora la lengua, cuando, en el otro, se convierte en impulso nacional o popular. Sin negar este límite que es también una ocasión (hay realmente que recibir la frase del otro enviada a una cierta dirección y en una lengua singular, no podríamos recibirla de otro modo), querría reconocer ahí un lugar del problema, del problema político de la amistad.
El apóstrofe «Oh, amigos míos, no hay ningúnamigo» dice la muerte de los amigos. La dice. En su «contradicción realizativa» (no debería uno poder dirigirse a amigos llamándolos amigos para decirles que no hay amigos, etc.), ese decir vacila entre la constatación -tiene la forma gramatical de ésta- y el fallo de la sentencia: que sea así, puesto que es así, y conservad lo dicho en la memoria, tenedlo por dicho. La frase se dirige a la memoria peronos viene también de la memoria, y de memoria, pues «la frase que solía usar Aristóteles» Montaigne la cita, como otros antes de él, la recita de memoria, allí donde ningún documento literal atestigua el acontecimiento.
La muerte de los amigos, decíamos más arriba, y la memoria y el testamento. Recordemos para empezar que la cadena de esta cita de citas («Oh, amigos míos, no hay ningún amigo»)despliega la herencia de un inmenso rumor a través de toda la literatura filosófica de Occidente: de Aristóteles a Kant, y después a Blanchot, pero también de Montaigne a Nietzsche, quien, al parecer por primera vez, la parodia invirtiéndola. Para trastornar la confianza en ella, justamente mediante un levantamiento.
Se produce ahí, efectivamente, algo así como un levantamiento del suelo, yquerríamos percibir sus ondas sísmicas, de alguna manera, la figura geológica de una revolución política más discreta pero no menos trastornadora que las revoluciones identificadas bajo ese nombre, una revolución, quizá, de lo político. Una revolución sísmica en el concepto político de la amistad que hemos heredado.
Intentemos entender la sabiduría ancestral de esta frase a partir de este lugar deinversión. Qué es lo que en él invierte y qué es lo que en él queda invertido? He aquí, por primera vez, alguien, otro testigo, que se adelanta para contestar. Y recusa incluso el decoro convenido de su paradoja, como si se tratase entonces de hacerle confesar su otra verdad. En la historia de esta cita de citas, en el continuo rodar de su desarrollo, el levantamiento de Nietzsche vendría a marcar...
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