Por el Camino a San Vicente



POR EL CAMINO A SAN VICENTE

Por: Asdrúbal Álvarez Palmarini

Panco, como cariñosamente lo llamaba su extinta madre, tuvo la certidumbre que algo extraño sucediendo en la calle. Quizás, se lo anunciaba el aire detenido en el espacio, con un olor diferente al que él siempre había respirado. Panco, se levantó de la hamaca con la calma que da la prudencia y sus pies descalzos se posaronsobre el piso de arcilla prensada. Luego, caminó hacia el tablón rústico, desvencijado y enterizo que hacia las veces de ventana. Al abrirla, el ardiente sol canicular penetró por ella, descubriendo su figura que aún conservaba rasgos de su período prenatal. La cabeza grande y alargada desarmonizaba con el resto de su esquelético cuerpo; su piel transparente, de color una arena pálida, apenas sialcanzaba a forrar sus pronunciados huesos y el mapa de venas verduscas en sus brazos y piernas. El vientre era lo único que parecía guardar proporción con su cabeza, hinchado y gelatinoso, semejando una medusa prendida a su cintura. Esa fisonomía no era solo propia de él, se repetía en casi todos los jóvenes de su edad, estigma de un pueblo que la historia arrojo al lugar más inhóspito de nuestrageografía, para ocultar su heredada pobreza y sus penas antañas.

Desde la ventana, Panco observó como una nube de polvo de arena pardusca se alzaba presurosa. Tal vez, huyendo de los ladridos de los perros y de la algarabía del pueblo. La nube, arrastraba tras de si, el follaje de un verano prolongado. Pero más tarde, Panco pudo comprobar, que esta no escapaba de los animales, ni del vituperio dela gente, si no de un inexplicable bramido, ronco, metálico, que no definía ningún sonido conocido. Entonces, Panco agudizo la mirada y en la piel mustia de su frente se formaron ondulaciones, dándole la apariencia de un hombre en sus últimas horas crepusculares.

Por la calle que separa la capilla de San Isidro de la inspección de policía, se asomó un camión viejo. Se veía como un insólitoanimal fatigado de cargar su propio peso y los años de uso. Años de usos que habían arqueado su horizontal columna vertebral; en la cual sostenía una desgastada cabina color óxido de hierro, salpicada de un lodo rojizo arcaizante, Atados a la cabina con alambre, pendían los guardabarros lacerados, apunto de caer. Del capó entre abierto, tembloroso y acezante como un hocico de perro viejo, brotabaun humo espeso. Más arriba, en la parte frontal, el parabrisas estaba invadido de una telaraña cristalina que dejaba ver un fondo confuso. En el techo se había formado una coronilla de cardenal erupcionada. No llevaba el parachoques delantero y su única farola le infundía al camión un aspecto de tuerto solitario, caminando lento y jadeante como en busca de un lugar donde depositar su moribundo ydestartalado cuerpo.

De pronto, el camión se detuvo como un fantasma bucanero extraviado en el tiempo; lo hizo frente a la entrada de la inspección de policía; la gente curiosa, poco acostumbrada a ese tipo de visita, se agolparon a su alrededor.

Panco, abstraído por aquella escena salida de lo común y sin moverse de su sitio, trató de ordenar sus ideas, de recordar como se llamaba aquelaparato. Después de un instante de meditación, logró acendras su pensamiento y se acordó que eso era un camión. Repitió en voz baja y para si mismo la palabra, ----¡Camión...! Camión..! Pero también recordó que la última vez que vio uno en el pueblo fue hace ya más de tres años, en temporada de elecciones. En esa ocasión, el camión llegó cargado de soldados exhaustos y cajas de cartón sin estampar.El inspector de policía de ese entonces, Rufino Segura Fuenmayor, reunió a casi todos los hombres adulto del pueblo, los hizo formar en fila india, les dio a cada uno de ellos una botella de ron de caña, una camiseta impresa con la figura de un desconocido y una papeleta de votación. Luego les ordenó subir al camión, mientras les indicaba que tenían que ir a cumplir con un deber patriótico...