Por Las Azoteas

Páginas: 9 (2157 palabras) Publicado: 21 de mayo de 2012
Por las azoteas
A los diez años era el rey de las azoteas, allí se guardaban todas las cosas inservibles y yo era el reyhasta de las azoteas de los vecinos. Un día pude ver a un hombre que estaba descansando, conversécon él y me dijo que era el rey de la azotea, nos hicimos amigos y el me contaba cuentos yo volvíatodos los días para conversar con él. Un día él me regaló un libro par leerlocuando no podía ir a laazotea.Terminaron las vacaciones y por un tiempo no pude ir a la azotea porque mi mamá se enteró y seavisó a mi papá, él me prohibió volver allí.Me fui al colegio y al volver esperaba un descuido de mis padres para volver a subir a la azoteaentonces cuando tuve la oportunidad lo hice pero ya no encontré a mi amigo, este ya había muerto

 
 –Yo soy el rey de la azotea– merespondió. –¡No puede, ser! –protesté– El rey de la azotea soy yo. Todos los techos son míos. Desde queempezaron las vacaciones paso todo el tiempo en ellos. Si no vine antes por aquí fue porque estabamuy ocupado por otro sitio. –No importa –dijo–. Tú serás el rey durante el día y yo durante la noche. –No –respondí–. Yo también reinaré durante la noche. Tengo una linterna. Cuando todosestén dormidos,caminaré por los techos, –Está bien –me dijo–. ¡Reinarás también por la noche! Te regalo las azoteas pero déjame almenos ser el
 
rey de los gatos.Su propuesta me pareció aceptable. Mentalmente lo convertía ya en una especie de pastor odomador de mis rebaños salvajes. –Bueno, te dejo los gatos. Y las gallinas de la casa de al lado, si quieres. Pero todo lo demás es mío. –Acordado –me dijo–.Acércate ahora. Te voy a contar un cuento. Tú tienes cara de personaje le gustan los cuentos. ¿No es verdad? Escucha, pues: «Había una vez un hombre que sabia algo. Por esta razón lo colocaron en un pulpito. Después lo metieron en una cárcel. Después lo internaron en un manicomio. Después lo encerraron en un hospital. Después lo pusieron en un altar. Después quisieron colgarlo de una horca. Cansado, elhombre dijo que no sabía nada. Y so10entonces lo dejaron en paz”. Al decir esto, se echó a reír con una risa tan fuerte que terminó por ahogarse. Al ver que yo lo miraba sin inmutarme, se puso serio. –No te ha gustado mi cuento –dijo–. Te voy a contar otro, otro mucho mas fácil: «Había una vez un famoso imitador de circo que se llamaba Max. Con unas alas falsas y un pico de cartón,salía al ruedo ycomenzaba a dar de saltos y a piar. ¡El avestruz! decía la gente, señalándolo, y semoría de risa. Su imitación del avestruz lo hizo famoso en todo el mundo. Durante anos repitió sunúmero, haciendo gozar a los niños y a los ancianos. Pero a medida que pasaba el tiempo, Max seiba volviendo más triste y en el momento de morir llamó a sus amigos a su cabecera y les dijo: Voya revelarles un secreto.Nunca he querido imitar al avestruz, siempre he querido imitar al canario».Esta vez el hombre no rio sino que quedó pensativo, mirándome con sus ojos indagadores. –¿Quién eres tú? –le volví a preguntar– ¡No me habrás engañado? ¿Por qué estás todo el díasentado aquí? ¿Por qué llevas barba? ¿Tú no trabajas? ¿Eres un vago? –¡Demasiadas preguntas! –me respondió, alargando un brazo, con la palma vueltahacia mí– Otro día te responderé. Ahora vete, vete por favor. ¿Por qué no regresas mañana? Mira el sol, escomo un ojo… ¿lo ves? Como un ojo irritado. EI ojo del infierno.Yo miré hacia lo alto y vi solo un disco furioso que me encegueció. Caminé, vacilando, hastala empalizada y cuando la salvaba, distinguí al hombre que se inclinaba sobre sus rodillas y secubría la cara con su sombrero de paja.Aldía siguiente regresé. –Te estaba esperando –me dijo el hombre–. Me aburro, he leído ya todos mis libros y notengo nada qué hacer.En lugar de acercarme a él, que extendía una mano amigable, lancé una mirada codiciosahacia un amontonamiento de objetos que se distinguía al otro lado de la farola. Vi una camadesarmada, una pila de botellas vacías. –Ah, ya sé –dijo el hombre–. Tú vienes solamente...
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