¿Por Qué El Oollo Cruzó La Carretera?
(Camino de servidumbre. Madrid: Alianza, 2003, p. 189.)
Siempre fui algo bipolar en mis ilusiones. Siempre tuvequizás demasiadas ilusiones, y como las expectativas dicen, vistas desde otro lado, no son más que decepciones anticipadas.
Desde hace tiempo, tengo cierta curiosidad, obsesión en ciertos momentos, por descubrir que es lo que hace que la historia siempre contemple como vencedores y perdedores a los mismos. Dada la imperfección y arbitrariedad de nuestro pasado, - y por el simple hecho de formarparte de un mecanismo artificial en un mundo que nos viene demasiado grande-, no consigo entender el dogma que persiguen nuestros prejuicios.
Europa, el viejo continente, y templo de la historia, -de la nuestra quizás- pero que es la que vende, se ha reducido al reflejo antagónico de triunfadores y perdedores.
La idea de saber que el simple hecho de nacer en una ciudad determinada, en unpaís determinado, marcarán la imagen que transmitirás por el resto de tu vida, siempre me ha resultado agotadoramente desafortunado.
Y no hablo de la historia más reciente, no hablo de la sangre que ha corrido, no hablo del cemento de los muros, ni de la ira de los perdedores. Hablo de la historia de las personas.
Cuando llegan las vacaciones de verano, las carreteras europeas, empiezan ainundarse del reflejo de lo que precisamente quiero explicar.
Peugeots 407, con matricula francesa, cargados de frascos y maletas agarradas por cinturones en el techo, grandes todoterrenos con matricula holandesa, empiezan a aparecer a medio camino, hileras de audis, con matricula alemana se unen a la marcha, y todos juntos, empiezan a atascar las fronteras, que aun a día de hoy, se llenan deaduaneros, con la camisa medio salida del pantalón y recorren de ventanilla en ventanilla con pequeños papeles verdes entre las manos.
Las oficinas de “change”, se desbordan por las colas que se montan, y siempre aparece una mujer vendiendo papel higiénico, a unos pocos céntimos, de una de esas monedas, de nombre impronunciable.
Y es en ese momento, sentado en el coche, con cuatro paquetes degalletas abiertos en la guantera, un mapa más manoseado que la biblia, con un calor sofocante, cuando levantas la vista y miras al coche de al lado. Y te das cuenta como, dentro de ese mismo audi que hace unas horas viste aparcado en una área de servicio, una mujer con un pañuelo en la cabeza, abre el maletero y saca una caja llena de comida, encienden la radio, y una exótica marea oriental empieza ahacer que te plantees si realmente eso suena muy alemán.
Y te das cuenta de lo que pasa. La gente –como siempre pasa cuando ves a alguien en pantalón corto- se hace algo más pequeña. Más pequeña, o más real. No se muy bien.
La cuestión es, que las apariencias que nos impone la sociedad empiezan a diluirse para mezclarse con la realidad. Y te das cuenta de las cosas.
Si bien empezaste elviaje preocupado por colocar el GPS de tal manera que no pierdas en la infinidad pequeños pueblecitos y ciudades que indicados perfectamente o no tanto, hacen de tu viaje un auténtico juego de ingenio, de repente te das cuenta que la vida parece que se acaba, en cuanto los carteles empiezan a señalar únicamente las capitales, no sólo del país donde estés, sino del siguiente país. Una sensación...
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