por que ser médico

Los territorios ignotos
de nuestra mente
Juan Gérvas1

Caso clínico personal
Tengo 60 años. Estoy casado (con una médico general rural), tengo cuatro hijos y siete nietos (más otro en
camino). Soy médico general rural desde hace nueve. Mi
entorno de vida y trabajo es la montaña, con buenas comunicaciones, y puertos en las carreteras de hasta 1.600
metros de altitud; nevadas entre octubrey abril. Antes he
trabajado en la gran ciudad, también como médico geJuan Gérvas es Doctor en Medicina por la Universidad de Valladolid
(España). Ha recibido becas y ayudas varias, patrocinadas por el Consejo de Europa, la Unión Europea y el Programa Fullbright, entre otros.
Tuvo estancia docente en el Instituto Karolinska (Estocolmo, Suecia) y
fue Visiting Professor en el Health Policy andManagement Department
de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins (Baltimore, EE. UU.). Actualmente, coordina del Equipo CESCA, grupo
científico de investigación y análisis de la organización y actividad de la
Atención Primaria en funciones desde 1980 ().
Es profesor de Atención Primaria en Salud Internacional (Escuela Nacional de Sanidad, Madrid) y de Salud Pública(Facultad de Medicina,
Universidad Autónoma de Madrid). Ha publicado múltiples artículos
en revistas con revisión de pares; es, por otra parte, revisor de múltiples
revistas españolas e internacionales.

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Juan Gérvas

neral. Empecé los estudios de medicina con 16 años, en
1965, en Valladolid (España) y allí los terminé seis años
después. Elegí estudiar medicina por consejo de mipadre.
Con nueve hijos se trasladó a vivir en una ciudad con universidad para facilitar sus estudios. Y de pronto, el quinto
hijo pide estudiar biología, casi la única carrera que no
tenía en aquel entonces esa universidad. Me pidió, claro,
que lo pensase, y que eligiese medicina como alternativa
mejor. Abracé los estudios de medicina con entusiasmo
desde el principio. Me pareció grande poderentender el
cuerpo humano, su estructura y función, su composición.
Me sentí unido a todos los que nos han precedido en el estudio del ser humano, desde el hombre prehistórico al del
Renacimiento, y al científico del siglo XIX y a los que casi
fueron coetáneos del siglo XX. Me gustó la sala de disección, el estudio de la anatomía, el formarme una imagen
espacial de mi propio cuerpo con todosu contenido. Me
pareció maravilloso en su complejidad y perfección. Me
sucedió lo mismo al estudiar bioquímica, al comprender
el metabolismo. También me asombró la histología. Mi
entusiasmo creció con el conocimiento sobre el cerebro
y su funcionamiento, sobre la transmisión del estímulo
nervioso y la increíble organización de las neuronas y de la
neuroglía. Obtuve plaza de alumno internode medicina
interna por oposición, de forma que con 18 años empecé
a atender pacientes en la sala de ingresos y a hacer guardias
de 24 horas. Éramos dos alumnos internos (uno “viejo” y
uno “joven”) con un cirujano de guardia, más una monja
y dos estudiantes de enfermería. Nos atrevíamos con todo
lo que llegaba, desde una neumonía a un accidente de tráfico, una apendicitis o un infarto demiocardio; raramente
hubo que pedir ayuda a otros médicos de guardia localizada. Por supuesto, tuvimos situaciones apuradas, pero no

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recuerdo ninguna con angustia tal como para no repetir la
experiencia ahora mismo. Desde el principio me interesó
la vertiente humana y social de la carrera. Dediqué días
enteros a leer sobre la historia dela medicina, las novelas,
ensayos y otras publicaciones sobre médicos y enfermos, y
a hablar con los pacientes, a intentar entender el impacto
del enfermar en sus vidas, a sentirme privilegiado porque
abrían su corazón y su alma del mismo modo en que entregaban su cuerpo para ser explorado. Siempre me llamó
la atención esa confianza del paciente en su médico, en
el residente, incluso en el...