Porcelana

Porcelana

Las personas no son muñecas. No se puede jugar con ellas y ponerlas de nuevo en una caja, o al menos eso decía mi madre. Por desgracia la lista de hombres que no saben cómo tratar a unamujer sin hacer añicos su corazón tenía gran similitud con mi lista de personas a conocer.


Siempre tuve a alguien a mi lado que me diera un buen consejo, pero esta vez era diferente. Estaba sola,sin gota de maquillaje y con una sonrisa de Gioconda en el rostro. Me sumergí entre los cojines de la sala escuchando tan solo a la cuchara besar la porcelana de mi taza de café, acompañadaarmoniosamente por el sonido de mi respiración. Era mi momento, el momento en el que podía arrancar mi cuerpo de este mundo ingrato y transportarlo a otro tiempo, al pasado; aquel pasado en el que tendría elpoder de jugar las cartas a mi favor y hacer las cosas de manera diferente.


SONÓ EL TELÉFONO. Mi cuerpo fue arrebatado de esa noche de verano a su lado para volver a la realidad. Era Lucía, queríaque nos encontráramos en el café de la esquina. «Je»Como si la perra no fuese capaz de venir a casa y evitarme el contacto con el mundo exterior; como si hacerme sentir viva la hiciera feliz.Acepté el verla y pasar el resto de la noche con ella. Después de cerrado el lugar la invite accidentalmente a dormir conmigo, y sin pensarlo dos veces, me tomó de la mano camino a casa. No soy de laclase de personas que se caracterizan por ser buena anfitriona, así que al abrir la puerta me di prisa de nuevo al sofá y dejé a ella la custodia de mi cuerpo mientras trataba de recuperar la calma quehoras antes me había robado. ¿Pero cómo concentrarme con el veneno de Lucía salpicando mis pies? Apenas y podía cortar la conversación con un«es cierto», cuando de la nada comenzaba a criticar aquemarropa la vestimenta y conducta de la siguiente chica en su lista. La maldecí. Mordí por dentro mi mejilla, tome la taza blanca a medio llenar y la arroje con odio contra a la pared, como si en ella...