posmodernidad
Por Juan Pablo Feinmann
Partiendo de las desventuras de cierto "desdichado brigadier", Feinmann cuestiona las tesis que atacan sin prudencia viejos bienes filosóficos, con la idea de totalidad o de sujeto. Son ataques hechos por "conciencias vertiginosas", pero tanta imaginación caleidoscópica no alcanza a ocultar un nuevo fundamentalismo: el de la inercia.
1En abril de 1806, zarpaban del Cabo de Buena Esperanza seis naves de guerra. Eran británicas, desde luego, se dirigían hacia el Río de la Plata y el oficial a su mando –sin saberlo, pobre hombre– era un postmoderno: padecía el vértigo de la posibilidad.
La realidad era tan compleja para este brigadier, presentaba tantos fragmentos, tantas diferenciaciones, que le era casi imposibleemitir una orden. Porque una orden –y he aquí el drama– implicaba privilegiar uno de los fragmentos, instaurar una hegemonía, una significación fundante en un universo cruzado por la maravilla de las significaciones plurales, diversas. Nuestro desdichado brigadier, en fin, consciente de su desdicha, tenía constantemente a su lado a un mediocre teniente, a un hombre limitado, seco y lineal, que era laexacta contrapartida de su vertiginosa conciencia. Entonces, cuando la complejidad de lo real lo desbordaba, cuando se le multiplicaban los fragmentos, y los significantes, se volvía angustiado hacia el teniente y preguntaba: "¿Qué debo ordenar?" El teniente, sin dilaciones, respondía: "Desembarcar en Buenos Aires".
Que el resultado de la acción es la derrota, sería una lectura inexacta –yexasperadamente postmoderna– de esta historia. Propongo la siguiente: nuestro imaginativo brigadier, condenado a la parálisis por su condición caleidoscópica, acababa delegando la elección de un sentido fundante a un mediocre, lo cual, coherentemente, lo condenaba al desastre. Un cuadro famoso ilustra este desastre: el brigadier William Carr Beresford entregando su espada a Santiago de Liniers.
2¿Cómo se ha generado en la ideología europea la fascinación por lo fragmentario? Con implacable coherencia, la víctima del gran rechazo ha sido Sartre. O no sólo Sartre: también Marx, desde luego, aunque desde otra vertiente. Por ahora, analicemos el caso Sartre.
Fue Sartre quien, tempranamente, atacó la concepción sustancialista del sujeto. Pero fue Sartre quien, tempranamente también, LaTrascendencia del Ego, hizo del sujeto el punto de partida de una ontología fenomenológica. "Expulsar las cosas de la conciencia" era la tarea propuesta tanto en el breve texto que he citado como en el voluminoso ensayo sobre el ser y la nada. Pero esta propuesta de un cógito no sustancial, prerreflexivo, se hacía, justamente, para afirmar la pureza de un cógito originario. La intencionalidadhusserliana, asimismo, autorizaba a Sartre a considerarse libre del idealismo y a plantear un sujeto arrojado en el mundo.
El "mundo" que en El Ser y la Nada se leía desde Heidegger, se transforma en "materialidad" en la Crítica de la Razón Dialéctica y se lee desde Marx. El cógito se ha transformado en praxis pero continúa siendo el punto de partida epistemológico. De aquí, la célebre afirmación:"El principio epistemológico de partir de la conciencia no contradice al principio antropológico de definir al hombre por su materialidad".
Ahora bien, lo que constantemente está en juego para Sartre –entre el principio epistemológico y el antropológico– es el concepto de totalidad. Toda la Crítica no es sino el desmesurado intento por alcanzar la totalidad desde la praxis individual. Con locual, Sartre, el más grande pensador europeo de este siglo, no habría trascendido los límites de un cartesianismo hegelianizado. Así parecieron entenderlo, al menos, los pensamientos que posteriormente se organizaron a partir de la negación del suyo.
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Los ataques contra las epistemologías del sujeto y la totalidad surgieron desde diversas y poderosas esferas de la ideología. El...
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