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n considerar de qué cosa aquel lugar donde
parten mayor inopia o falta padezca, para con la
tal servir a los conterráneos, de quien en algúntiempo beneficio recibido tienen y, viendo que le
gítima obligación a investigar lo semejante me
compelía para pagar las muchas mercedes de
vuestra libre liberalidad recibidas, asaz vecesretraído en mi cámara, acostado sobre mi propia mano, echando mis sentidos por ventores y mi
juicio a volar, me venía a la memoria, no sólo la
necesidad que nuestra común patria tiene de la
presenteobra, por la muchedumbre de galanes
y enamorados mancebos que posee, pero aun en
particular vuestra misma persona, cuya juventud de amor ser pres
a se me representa haber visto
y de él cruelmentelastimada, a causa de le falta
r defensivas armas para resistir sus fuegos, las
cuales hallé esculpidas en estos papeles; no fabr
icadas en las grandes he
rrerías de Milán, mas en
los clarosingenios de doctos
varones castellanos formadas. Y
como mirase su primor, sutil
artificio, su fuerte y claro metal, su modo y mane
ra de labor, su estilo elegante, jamás en nuestra
castellanalengua visto ni oído, le
ílo tres o cuatro veces. Y tantas
cuantas más lo leía, tanta más
necesidad me ponía de releerlo, y tanto más me
agradaba, y en su proceso nuevas sentencias
sentía. Vi,no sólo ser dulce en
su principal historia, o ficción t
oda junta; pero aun de algunas sus
particularidades salían deleitable
s fontecicas de filosofía, de ot
ros agradables donaires, de otrosavisos y consejos contra lisonjeros y malos sirv
ientes, y falsas mujeres hechiceras. Vi que no
tenía su firma del autor, el cual, según algunos
dicen, fue Juan de Mena, y según otros, RodrigoCota; pero quien quiere que fuese, es digno de r
ecordable memoria por la sutil invención, por la
gran copia de sentencias entretejidas, que so co
lor de donaires tiene. ¡Gran filósofo era! Y...
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