Práctica Mecanografía

El macho de gacela aguardó largo rato ante el grupo de acacias, a la luz de color amarillo limón de la madrugada. Su cola espantaba el enjambre de moscas que le zumbaba en torno al anca . Después del abisinio dikdik, que sólo tiene treinta centímetros de alzada, la gacela es el más delicado de los antílopes. Es lo bastante reducida para que una pitón la pueda tragar; águilas y buitres atacan asus crías. La persiguen constantemente hienas y chacales.

También es presa frecuente de guepardos, leopardos y leones, felinos que suelen jugar con ella antes de matarla. Del rebaño de gacelas partían leves balidos que hacían coro a los del macho. Todas las cabezas se erguían y todos los ojos escuadriñaban las cercanías recelando el peligro. El macho guía avanzó hacia las acacias y al momentodescubrió tres cosas: en el árbol que estaba frente a él se había congregado a una manada de mandriles, lo cual significa que no rondaban leopardos por allí.

Entre las hojas alargadas y verdes de los matorrales asomaba la cabeza de una hiena solitaria, con las redondas orejas agrandadas por los rayos oblicuos del sol matinal. Pero una sola hiena sería peligrosa únicamente para los antílopesenfermos o para las crías rezagadas. Más al norte, un león solitario dormía debajo de otro árbol. El macho guía no divisó ninguna leona orgullosa y temible, emboscada para interceptar el paso de las gacelas.

Los gritos de pinzones, alcaudones y cotorras resonaron por la línea de árboles cuando los pequeños antílopes se abrieron camino entre los troncos. El terreno descendía en pendiente hacia un río.El macho guía lo vadeó sin recelo. Pues no había peligro de encontrar allí cocodrilos, y el rebaño lo siguió. Trepando por la ribera opuesta llegaron al borde de una extensa llanura verde donde las lluvias ya habían hecho crecer la hierba hasta donde alcanzaba la vista.

El guía de las gacelas había perdido la vista al león lejano, el cual se levantó, bostezó y avanzó por el lecho del río.Aprovechando la protección de la ribera, corrió unos sesenta metros, vadeó el cauce en silencio y llegó a la orilla opuesta. Continuó apresuradamente su marcha, agazapado, bordeando un canal bajo. Aún inadvertido, flanqueó el rebaño de gacelas. El león tenía cuatro años, y su afición a la carne de gacela se había exacerbado por los riesgos corridos. Había soportado plagas de tábanos que ahuyentaron asus congéneres. Tenía garrapatas en los oídos y en el cuello, y otros parásitos en la sangre.

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Le había pisoteado un búfalo, le corneó un kudu, le picaron las abejas y tenía la cara acribillada por púas de un puerco espín. Nómada, solitario y hambriento, necesitaba cazar una gacela aquella mañana. A la izquierda, la cabeza del macho guía de las gacelas se detuvo bruscamente. Olía aleopardo.

Durante su avance hasta la llanura atravesó invisibles líneas de olores, algunas de ellas sin preocupación, pues flotaban cerca de las hierbas en los días apacibles. Otras, concentradas por la brisa, solían sorprenderle por la noche, mientras descansaba, y le obligaban a levantarse alarmado y dispuesto a huir. El olor a leopardo era mortal e inesperado en aquel lugar abierto.Vaciló, pateo el suelo y bufó, Luigi cruzó la peligrosa oliente. Una vez en la llanura abierta, el macho guía tendría ante sí todos los problemas del dominio de un territorio. Marcó sus límites orinando o defecando a lo largo de ellos, o impregnando la hierba con una sustancia negra segregada por unas glándulas especiales de la cara.

Sólo los poseedores se un territorio pueden aparearse con lashembras: los otros machos deben conquistarlo antes de buscar compañeras. Pero a medida que el rebaño avanza pastando por los prados, el territorio cambia continuamente. Su coto acaso sea ocupado por un rival, uno de los muchos machos sin pareja que van pastando detrás de él.

El león, cerca ya del término del lecho bajo del río, se agazapaba a unos treinta metros por delante de las gacelas. La...