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LA VIDA DE CASADA


Una noche -hacia quince días que vivíamos en la nueva casa- estábamos sentados ante el hogar. Cuando entré, mi cónyuge leía unos de sus libracos. En una hoja vi dibujada una figura humana; pero no revestida con su piel, si no, es horrible decirlo, mostrando la carne seguinolenta! Como es posible que mi cónyuge se interese en lecturas de ese género? Me sentí horrorizada,pero por el momento no me atreví a hacerle pregunta alguna.

De pronto mi cónyuge cerró su libro y me miró meditabundo.

-Kwein-lan -dijo.

I. Sentí un sobresalto en el corazón. Era la primera vez que me llamaba por mi nombre. Que iba a decirme, por fin? Le miré tímidamente. El continuó:

II. Desde que nos casamos estoy deseando pedirte que te quites las vendas que comprimen tus pies.La salud de toda persona no debe sufrir. Mira, todos tus huesos se han deformado así.

III. Con su lápiz dibujó, rápidamente, un horrible pie encogido. Me quedé estupefacta. Como sabía él que eran así? Nunca me había vendado los pies en su presencia... ninguna mujer china expone jamás sus pies a los ojos de los demás. Incluso por las noches los tenemos ocultos en unas medias de telablanca.

¿Cómo lo sabes? -pregunté, con voz estrangulada.

-Porque soy médico y he estudiado en occidente - contestó -. Además, no tan sólo por tu salud, sino por tu belleza desearía que te quites las vendas. Los piez vendados son feos y no están de moda. Supongo que este argumento te convencerá. Diciendo esto sonrió, mirándome con dulzura.

Me apresuré a ocultar los pies bajo la zilla. Suspalabras me habían extrañado. ¿Los pies vendados son feos? Y yo siempre había estado tan orgullosa de los míos! Durante toda mi infancia mamá había vigilado personalmente la cotidiana inmersión en agua casi hirviendo y el inmediato vendaje, cada ves más apretado. Al quejarme de dolor ella no dejaba de recordarme que un día mi cónyuge elogiaría la belleza de mis pies.

Incliné la cabeza paraocultar las lágrimas. Pensé en las numerosas noches de insomnio, en los días en que la intensidad del dolor me impedía comer y jugar, en las horas pasadas, sentada al borde la cama, moviendo los pies para aligerarlos del peso de la sangre. ¿Y ahora...? Después de haber soportado tanto, cuando el dolor había cedido poco a poco, mi cónyuge decía que los encontraba feos!

No puedo -dije, mediosofocada por los suspiros; y, no logrando retener por más tiempo las lágrimas, salí de la habitación. La verdad es que mis pies me preocupaban poco. Ni cuando llevaba sandalias vagamente bordadas esposo se interesaba en mí, ¿cómo suscitar, pues, su amor?


VISITA A LA CASA DE MI MADRE


Dos semanas después salí a visitar a mi madre por primera vez; así lo imponen nuestras costumbrestradicionales.

Hacía poco tiempo abandoné mi casa materna, pero me parecía que habían pasado mil lunas desde que salí en la silla nupcial. En aquella ocasión tenía muchas esperanzas y temores. Y ahora ...? Ahora volvía como mujer casada. No obstante, seguía siendo la niña de antaño -¿quién lo iba a saber mejor que yo? -, pero más asustada, más solitaria; y con muchas menos ilusiones.

Oí el gongoque anunciaba la cena. Me sequé nuevamente los ojos y me dirigí al sitio que me correspondía .

Después de cenar, mi madre se retiró temprano a su habitación. Las concubinas se habían retirado también a las suyas, y quedé sola, sorbiendo el té. En aquel momento apareció Wang-Da-Ma.

Su honorable madre -me dijo- le ordena que vaya a verla. Y se fue sin más.

Cuando el ruido de sus pasosse apagó en el patio, separé la cortina de raso y entré en el dormitorio de mi madre. La encontré tendida en la cama. Tenía sus ojos cerrados y sus pálidos labios tenían un pliegue amargo... El rostro exangüe era la delicada máscara de la tristeza.

-Mamá -murmuré.

-Pequeña mía -contestó ella.

Me sentí perpleja no sabía como interpretar su voluntad. ¿Debía sentarme o quedarme de...