practico común examen oposición
En mi marcha ascendente por el bachillerato con el ardor de mi inteligencia crecía la debilidad de mi cuerpo. Ordenáronme, por prescripción facultativa, dar largos paseos y los daba a diario. Y recuerdo que pocos goces he sentido más íntimos que el experimentado la primera vez que saliendo por Urazurrutia, orilla izquierda del Nervión, di la vuelta por el Puente Nuevo, en Bolueta, paravolver por la derecha. ¡Había ido por una orilla y vuelto por la otra! ¡Había pasado el Puente Nuevo! Los que a diario hacen novillos no pueden comprender el intenso placer que me produjo este paseo.
Pocos goces más serenos y más hondos que el goce que por entonces me procuraba un paseo. Mientras el pecho se hincha de aire fresco y libre, adquiere el espíritu libertad, se desata de aquellospensamientos y cuidados que como áncoras le retienen y goza en una pasividad calmosa, en un aplanamiento lleno de vida, el desfilar de las sensaciones fugitivas. Se derrama por el campo, se refresca al contacto de la frescura de los follajes, se restriega en verdura. El pensamiento libre yerra de una cosa en otra, se fija en lo que pasa y pasa con ello, se identifica con lo fugitivo y sueña lo que ve.¡Qué triste tener que pasar de aquellos paseos al aula oscura!
Por vacaciones de verano me iba con mi familia a una casa de campo que mi abuela tenía en Deusto, cerca de Bilbao. El día de la marcha era un día de júbilo íntimo. Cambiábamos una casa por otra casa conocida, las sillas de la casa de Bilbao por las robustas y anchas sillas de la casa de Deusto; allí estaba aquel cuadro del Ecce Homolleno de sangre, allí aquel fresco sofá de rejilla, y allí, sobre todo, la huerta con sus parras y sus naranjos.
En Deusto permanecíamos hasta ya entrado el curso, hasta pasar el veranillo de San Martín. Y los domingos venía a comer algún amigo de Bilbao, y era fiesta.
¡Qué huella han dejado en mí aquellas temporadas de campo, allí, en la aldea, donde los chicos de la escuela se burlaban denuestras largas blusas! Recuerdo el recorrer encorvados, por debajo de las bajas parras de uva negra, llenándonos la cara de telarañas, largos trechos jugando al escondite; y el aprender a nadar entre maíces, y el subirnos al membrillo, y sobre todo el ver, desde el corredor de casa, caer la lluvia dulcemente sobre el campo, sin poder salir. En el campo llueve de otra manera que en la ciudad, con máspureza, con más dulzura, con más libertad.
¡Dulces veraneos en aquella casita de Deusto, que me abrieron el alma al sentimiento del campo! Y no olvidaré el profundo efecto que me causó la lectura allí, por las noches, de la candorosa novela de Trueba Mari Santa, al ver que en un libro se hablaba de lugares que podía yo ver desde el corredor de aquella casita, se hablaba de aquel caserío Echezurique estaba allí, a un paso. Entonces empecé a sentir lo que es vivir en un lugar consagrado por el arte, aunque el arte fuera tan candoroso como el de esa novela.
¡Qué días los de aquella huerta! Estaba surcada por canalillos adonde llegaba el agua de la ría en las más altas mareas, y en tales ocasiones hacía navegar por los canalillos en improvisados barquichuelos a pajaritas de papel. Lascuales llevaban a cabo en la huerta, a imitación de los héroes de Julio Verne, arriesgadas expediciones, pasándose la noche en chocillas construidas con barro arcilloso. ¡Y más de una mañana, tras de una noche de torrencial aguacero, aparecían las pobres pajarillas expedicionarias muertas en barro!
¿Y las idas a Bilbao, a lo largo de la ría, para asistir a clases? ¡Cómo se me grabó el Nervión,aprisionado entre pretiles, reflejando en el espejo de tinte metálico de sus tranquilas aguas de marea el cordaje de los buques cuyas velas han vibrado a todos vientos! Esa ría de mi Bilbao, hijo de ella, esa ría maravillosa, a la que entre sus brazos amparan las montañas, ha llegado a hacerse consustancial con mi espíritu.
Hace pocos años pasé una tarde por primera vez desde hacía algunos por el...
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