primeras 2 paginas de el libro Fatamaorgana de amor con banda de musica
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Y así como algunas familias traían animales vivos entre susbártulos —chivatos y corderos que hacían aún más penosa lapromiscuidaden el buque—, de alguna manera ellos habían logradoembarcar su gran piano de cola. Y en las bamboleantes noches de altamar, bajo un cielo de crueles estrellas oxidadas, Elidia del Rosario,sudesmejorada mujer, había tenido el valor de entretener a ese oscurorebaño de gente apiñada en las tablas de cubierta tocando a Chopin. Yhasta se había dado ánimos, en la última noche de navegación, paradeclamaralgunas rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, su «poeta delalma» como lo llamaba ella. Y todo aquello pese a que su Elidia,asustadiza como era, iba con los nervios destrozados por el temor a unnaufragio.Durante toda la travesía no había dejado de pensar en loocurrido pocos años antes, cuando un vapor en donde viajaba unenganche salitrero de quinientas personas se ha
bía hundido
frente alas costasde Coquimbo. Lo más triste del suceso era que toda esagente metida en las bodegas del barco no había sido registrada enla bitácora y sus muertes fueron desmentidas rotundamente porlas autoridades, peroalgunos de los tripulantes que lograronsobrevivir al naufragio lo contaban en secreto en los tugurios delpuerto. Además, su abuela materna podía dar testimonio fidedignodel hecho, pues ella mismahabía ido a despedir a un hermanoenganchado a la pampa y que desapareció tragado por el mar. Traspuesto en su sillón peluquero, con la puerta del tallerabierta de par en par a la incandescencia tibia delas dos de latarde, el barbero Sixto Pastor Alzamora —rostro sanguíneo y largosbigotes retorcidos— se removió pesadamente en su sillón de cuerode chancho y volvió a sumergirse en los médanos de susiestasalitrera. En el letargo de su entresueño no sabía bien si estabasoñando o evocando esas imágenes brumosas en las que se veíallegando a las costas del norte, a comienzos de 1907, hacinado en
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