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© 2014, Herederos de Andrés Caicedo
c/o Indent Literary Agency www.indentagency.com © De la presentación: Juan Gabriel Vásquez © De esta edición:
2014, Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. Carrera 11A No 9850, oficina 501 Teléfono (571) 7 05 77 77 Bogotá Colombia
• Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. Av. Leandro N. Alem 720 (1001), Buenos Aires
• Santillana Ediciones Generales, S. A. de C. V. Avda. Universidad, 767, Col. del Valle, México, D. F. C. P. 03100
• Santillana Ediciones Generales, S. L. Avda. de los Artesanos, 6. 28760 Tres Cantos, Madrid
ISBN : 9789587586350 Impreso en Colombia Printed in Colombia Primera edición en Alfaguara, enero de 2014
© Diseño de colección y cubierta:
Jesús Acevedo
© Fotografía de cubierta: Archivo particular
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida
por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
Contenido
El anacrónico por Juan Gabriel Vásquez 9
El Ideal 13
CALICALABOZO
Infección 21 Por eso yo regreso a mi ciudad 27
Vacío 31
Besacalles 33 De arriba abajo de izquierda derecha 39
El espectador 51 Felices amistades 61
¿Lulita que no quiere abrir la puerta? 67 En las garras del crimen 79
Patricialinda 95 Calibanismo 107 Los dientes de Caperucita 117
Los mensajeros 135 Destinitos fatales 141
Berenice 145
A
NGELITOS EMPANTANADOS (o historias para jovencitos)
El pretendiente 155 Angelita y Miguel Ángel 189
El tiempo de la ciénaga 231
EL ATRAVESADO
El atravesado 253
Maternidad 297
El anacrónico por Juan Gabriel Vásquez
En 1975, Andrés Caicedo escribió la única nota suicida que co nozco de su mano. El suicidio, por
supuesto, nunca llegó a consu mar se, pero aquél es uno de los documentos más reveladores que tene
mos. «Por favor, trata de entender mi muerte», le escribió Cai cedo a su madre. «Yo no estaba hecho
para vivir más tiempo. Estoy enormemente cansado, decepcionado y triste, y estoy segu ro de que cada
día que pase, cada una de estas sensaciones o sen ti mientos me irán matando lentamente. Entonces
prefiero acabar de una vez». Podemos asumir que el cansancio se lo producían su hi persensibilidad,
sus desacuerdos amorosos, sus ansiedades crea ti vas y ciertos enfrentamientos con un padre que
estaba en las an tí podas de su mundo emocional. Pero un par de párrafos más abajo nos topamos con una frase irresistible, el ojo de una ce rradu ra por donde se alcanza a ver un mundo entero: «Yo mue
ro», escribe Caicedo, «porque ya para cumplir veinticuatro años soy un anacronismo».
Un anacronismo: el diagnóstico es (dolorosamente) preciso. En Latinoamérica y en los años
setenta, la vida e intereses de los jóvenes intelectuales —y Andrés Caicedo, aunque renegara de ellos,
era un joven intelectual— eran inseparables de un cierto com promiso político; el compromiso
político, a su vez, era insepara ble de las ideas de izquierda en general y de la Revolución Cubana en
particular. En esos días, el mundo del cine y la literatura esta blecía una frontera muy rígida entre
revolucionarios y contrarre volucionarios, entre arte progresista y arte burgués. Me lo confir maron
hace poco el dramaturgo Sandro Romero y el director de cine Luis Ospina, amigos de Andrés Caicedo
y en buena parte res ponsables de la recuperación de su obra y de la recolección y edi ción de sus
papeles dispersos. «Si estabas metido en el mundo de
9
la cultura, había que ...
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