PRIMEROS
Pasaban ya de las nueve de esa neblinosa noche en la sierra, cuando Juan Carlos decidió detener la marcha de la camioneta en la que viajaba, justo a un costado del improvisadotejaban que servía como resguardo a quienes esperaban algún transporte que los llevara todavía a esas horas a sus diferentes destinos, generalmente de lugares cercanos. Iba sólo a la capital del estadoy pensó que lo más prudente sería llevar a alguien de compañía, aunque solo fuera durante un tramo de su recorrido. Echó un rápido vistazo al lugar y pudo distinguir entre la semioscuridad, tresfiguras, una de una mujer que llevaba un pequeño en brazos, y dos hombres; uno de ellos era regordete y el otro de complexión regular.
- Alguien de ustedes viaja con rumbo a la capital? - Hablófuerte pero con voz amable -
La mujer y el de complexión regular, con un ligero movimiento de cabeza declinaron la invitación, manifestando que iban en sentido opuesto, a la siguiente localidad.
-Yo si, voy a zacualtipan - dijo el de la figura regordeta, aguardando expectante la respuesta del conductor-
- Está bien, vámonos. - Asintió Juan Carlos, mientras observaba más detalladamenteal que sería su acompañante, quien a primera vista, - tal vez por la gorra y la mochila que llevaba cargando- le pareció algún joven extensionistas o de carrera afín a la de él, que prestabanservicio a los campesinos de la región.
Mientras cargaba gasolina, su acompañante insistió en cooperar con la parte que correspondía al costo del recorrido de su viaje.
- Como te llamas y a quéte dedicas? - Inquirió Juan Carlos sonriente, con cierta familiaridad tratando de romper el hielo-
- Me llamo Melitón, y estoy de servicio por un año aquí en el seminario menor, hace tres meses queterminé la carrera sacerdotal en el seminario mayor de Huejutla, y estoy en proceso de ordenarme sacerdote – Asintió el acompañante con un dejo de orgullo y satisfacción.-
Esa era una respuesta...
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