principe
Cuando en 1992, Jean-Claude Perrier, el joven director de la colección Écrivains/Écrivains de la editorial Julliard, me pidió que releyese a un gran autorclásico de mi elección, ¿sabía yo que Saint-Exupéry se convertiría en un sujeto predilecto y en un escritor fetiche e inagotable para mí? ¿Sabía yo hasta qué punto exploraría su vida y obra y de quérecompensas, esa es la palabra, me colmaría por ello?
La historia comenzó en 1992, aunque, a decir verdad, empezó cuando siendo yo un joven estudiante apasionado de la literatura contemporánea y amigodesde muy temprano de Marguerite Duras, frecuentaba en desorden a Blanchot y Jabès, Mandiargues y Cassou, las feministas de la revista Sorcières, Butor y Leiris. Corrían los agitados años 70, época enla que estaba bien visto renegar de Saint-Exupéry, de su filosofía de bazar, “de su palabrería y de su cretinismo de cabina de avión con aires de sabiduría”, según las crueles palabras deJean-François Revel…
Por necesidades del encargo, me puse a releer toda la obra de Saint-Exupéry. Cada uno de sus libros me parecía responder a las grandes cuestiones de este final de siglo, cada uno de ellos meparecía inocente, es decir, que se encontraba a salvo de los tics del siglo, y todos ellos me ofrecían lo que pido en la literatura: fuerza, emoción, admiración y por qué no, otra vez más,recompensas. Con Saint-Exupéry, me evadía, no había nada de contradictorio con la escritora que tenía en lo más alto, Duras, nada que pudiera ser incluso paradójico o incompatible. Con él vivía las mismasluchas, los mismos ojos de luz, las mismas violencias, los mismos retos.
El libro se publicó y tuvo una buena acogida. Pero eso no era todo, la historia no hacía nada más que comenzar…
Había lectores queme escribían. Entre ellos, hubo una mujer me pidió que nos viésemos. Ella era Nelly de Vogüé, una de las personas más influentes en la vida y obra de Saint-Exupéry…
Quedamos en un salón de té de...
Regístrate para leer el documento completo.