PrincipeBufones

Páginas: 21 (5094 palabras) Publicado: 10 de mayo de 2014
Sebastian Darke, principe de los bufones ok

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PHILIP CAVENEY
Traducción de

Mercedes Núñez

Sebastian Darke, principe de los bufones ok

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Capítulo I

Un muchacho y su animal

E

l viejo carromato de madera emergió de la arboleda
lentamente, rechinando, y se detuvo unos instantes
en la extensa llanura.
Si alguienhubiera estado contemplando la escena, se
habría fijado en el rótulo pintado en vivos colores a ambos
costados del carromato: «Sebastian Darke, Príncipe de los
Bufones». Los más perspicaces también se habrían percatado de que la palabra Sebastian parecía, en cierta forma,
diferente a las demás. Había sido añadida con mano torpe
e inexperta, con la evidente intención de ocultar un nombre anterior.El sol se encontraba bajo en el horizonte y Sebastian se
protegió los ojos con una mano mientras dirigía la vista hacia la trémula distancia, que parecía ondear a causa de la
calina. El paisaje que tenía frente a sí estaba formado de
tierra roja y llana, árida, sin relieve, achicharrada por el sol;
de vez en cuando, se vislumbraba algún que otro matojo

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SEBASTIAN DARKE

de hierba estropajosa que brotaba con perseverancia a través de la tierra. Sebastian no sabía con exactitud a qué distancia se hallaba la ciudad de Keladon, pero un mercader
con quien se había topado el día anterior le había alertado de que tendría que viajar, cuando menos, tres días y
tres noches.
—Es un trayecto largo —habíaasegurado el mercader—,
y en las llanuras, los malandrines suelen campar a sus anchas.
Más te valdrá dormir con un ojo abierto, hombre elfo.
Sebastian estaba acostumbrado a semejante expresión, si
bien no resultaba de su agrado. Era mestizo, hijo de padre
humano y madre elfa. Su elevada estatura y rasgos atractivos procedían con claridad de su familia paterna, aunque
la herencia maternaquedaba reflejada en sus ojos, negros
como el azabache, y sus orejas, largas y ligeramente puntiagudas. Su constitución larguirucha se veía acentuada por el
traje a rayas blancas y negras que vestía, el cual se completaba
con un alto gorro de tres picos, rematados por cascabeles.
El atuendo había pertenecido a su padre y le quedaba grande,
pero Sebastian se había negado en rotundo a que su madrese lo arreglara alegando que, con el paso del tiempo, crecería hasta que le sentara como un guante. Acaso tardaría un
poco más en acomodarse al oficio de bufón.
Sebastian chasqueó la lengua y golpeó las riendas contra
la peluda grupa de Max, el bufalope que tiraba del carromato.
Max resopló, agitó su gran cabeza con cornamenta e inició
la marcha de nuevo a su sosegado paso habitual. Llevabacon la
familia Darke desde que Sebastian podía acordarse; de hecho,
uno de sus primeros recuerdos infantiles era aquel en que

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PRÍNCIPE

DE LOS

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BUFONES

su padre le cogía en brazos, le colocaba sobre el corpulento
lomo del bufalope y luego le guiaba a paso lento alrededor del
prado. Max tenía ahorauna edad avanzada y numerosos pelos grises encanecían el castaño rojizo de su pelaje desgreñado.
Con el transcurso de los días, parecía volverse más irritable,
y nunca dudaba a la hora de mostrar su descontento.
—No me gusta este sitio —masculló, al tiempo que empezaba a atravesar la llanura—. Vamos a necesitar un montón de agua.
—Tenemos agua de sobra —repuso Sebastian—; para
dos días, porlo menos. Además, encontraremos arroyos. Eso
dijo el mercader.
Max olfateó el aire con desdén.
—No me entra en la cabeza cómo le haces caso a un vendedor de aceite, nativo de Berundia —observó—, un hombre
capaz de vender a su propia abuela por un puñado de croats.
—Desconfías de todo el mundo —protestó Sebastian—.
Según tú, toda persona que nos cruzamos es alguna especie de
villano.
—Por...
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