Prodigio en Cascallares

Páginas: 10 (2268 palabras) Publicado: 16 de diciembre de 2015
 Prodigio en Cascallares, de Adela Vettier

Las lluvias habían removido el lecho del río Alegre de Cascallares y las aguas corrían fangosas. La crecida, que arrastró árboles, entorpecía el paso de las tropillas que, diariamente, cruzaban la corriente rumbo a la feria de animales y los grupos de arrieros detenían el ganado esperando quebajara.
Como soy curioso, me acerque a escuchar sus diálogos y, así, me enteré de que ese era el único paso del río para los animales en esa época del año. Todos terminaban mirándose y diciendo:
- Y allá, más abajo... ¡Qué habrá pasado más abajo!
No pude contener mi curiosidad y me acerqué.
- ¿Qué hay más abajo? - pregunté.
Me miraron.
- No sos de la zona, muchacho.
- No. Estoy pasando unos días en laquinta de mis tíos, los Ledesma.
- ¡Con razón! Preguntá a tus tíos.
- ¿No es lo mismo que me lo diga usted?
- ¿Yo?... - dijo el paisano y, ante mi asombro, se santiguó.
No pude arrancar a los arrieros otra palabra. Sé que si ellos guardan un secreto, es porque algo los atemoriza. Como mi tío Joaquín siempre se ha reído de las supersticiones, yo también me reí interiormente. ¿Cómo no reírme de unasuperstición en vacaciones, con los exámenes aprobados, a orillas del río Alegre, con briosos caballos caracoleando a la vista y con el sol brillando en plena tarde sobre mi cabeza?
Me reí interiormente, con desparpajo de estudiante de la capital y, cuando los paisanos arrearon los ganados y retrocedieron hacia los corrales, me encaminé decididamente rió abajo. Eran las seis de la tarde, pleno día,hora en que a uno nunca lo asaltan las dudas.
A mi izquierda, corrían las aguas color tierra, espumosas y cargadas de despojos de la crecida. Caminé ágilmente, sorteando uno que otro sauce al borde de la orilla, cuando me encontré casi de improviso frente a un denso bosquecito de álamos. Me llamó la atención la densidad del monte, del cual surgía un ulular como de marejada. Pronto noté que era elmurmullo característico del viento en el ramaje de los álamos. De todos modos, no me quise internar. ¿Por qué?, no lo sé. Pero algo, en mi interior, dijo: aquí basta. Y me senté, recostándome contra un tronco. Estaba realmente cansado. Pensé que había caminado un rato, pero mi reloj me indicó que había avanzado hacia el sur una hora. Eran las siete. Pleno día todavía, en verano.
- ¿No se anima acruzar el río? - dijo una voz a mis espaldas.
Me levanté de un salto y me volví. Una mujer de edad indefinida, de rostro muy curtido y ojos negros penetrantes, estaba frente a mí.
No sé cómo ocurrió tan rápidamente, pero el sol empezó a nublarse y la luz, a la vera del bosquecito, se hizo más opaca, como si comenzara a anochecer. Me impresionó como una luz de eclipse.
- No voy a cruzar el río -contesté.
- Le digo porque es profundo. Es el sitio más profundo del río - dijo -. Yo cruzo siempre por aquí. Vivo del otro lado, en las grutas.
Del otro lado, el campo se extendía sin elevaciones.
- ¿Qué grutas? - pregunté.
- Allí - señaló indicando la otra ribera. Yo no veía nada. ¿Lo vería ella?.
- Venga, si quiere cruzamos juntos - me dijo y me tendió la mano. Retrocedí y empecé a caminar a pasoslargos por donde había llegado. Pese al ulular de los álamos, escuché su risita.
- ¡Tiene miedo! - gritó. Y tenía razón. Empezaba la hora en que a uno lo asaltan las dudas que rechaza a pleno sol.
Cuando estuve a cierta distancia, me volvía apenas pude creer lo que vieron mis ojos.
La mujer estaba caminando por la superficie del río, muy lentamente. Daba un paso y se detenía sobre el agua. Dabaotro paso, y se detenía. Sólo pude distinguir que llevaba una vara en la mano con la que trazaba un círculo alrededor de cada paso que daba, como si cortara la espuma.
Una hora después llegué jadeante a casa de mis tíos, quienes me reprendieron por mi tardanza. Estaban tan disgustados y, a la vez, aliviados porque, en cuanto llegué, se descargó una tormenta diluvial, que no les conté lo sucedido....
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