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Analizar ese marco de referencia que ofrece la realidad a la práctica docente, pero por otro ladose intenta formular las líneas generales que deben ser tomadas en cuenta para la formación del maestro del s. XXI.
Ante el relativismo subjetivista que impera en los juicios valórales, unapropuesta actual debe tener como base los valores universales: aquellos que tienden a la conservación de la especie (biofísicos) y al fomento de la convivencia y la solidaridad de la vida en sociedad.Estos valores, más que contenido cognoscitivo del currículo, deben formar parte de la práctica educativa de la Instituciones Formadoras de Docentes, ya que esta es la única manera de lograr que laactitud de los futuros maestros se oriente a este tipo de valores.
Los futuros maestros deberán formarse en la cultura de la política como espacio del ciudadano, con el objetivo de que posteriormentedesarrollen una práctica docente que permita formar a los futuros ciudadanos que exigirán la publicidad de las políticas públicas que formule el Estado y realizarán el proceso de la ejecución de lasmismas.
A este respecto, sin lugar a dudas, el primer paso consistirá en que el magisterio decida participar activamente en la definición de la política educativa del país y no conformarse con sersimples ejecutores.
Esto deberá tener su correlato en las Instituciones Formadoras de Docentes, donde los maestros y estudiantes deben tender a exigir y desarrollar una participación más activa enlos procesos decisionales de política pública que les atañan.
El ejercicio de la docencia en el siglo XXI, basado en la evidencia, la interdisciplina y la supervisión, aspira concretarse en lafigura del profesor competente y formador en competencias, centrando la atención en lo que el profesional (docente o alumno) es capaz de hacer y no en lo que ha hecho (tiempo de herencia, cursos...
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