profesor
Comuniqué lo que sabía del difunto a las autoridades y a los oficiales del orden público y practicamos entoda la isla una investigación minuciosa. Nada averiguamos. Tres meses después del crimen, tuve una horrible pesadilla. Me pareció ver la mano, la horripilante mano, corriendo como un escorpión o comouna araña a lo largo de mis paredes y mis cortinas. Me desperté tres veces y me volví a dormir otras tantas. Tres veces vi el repugnante despojo corriendo por mi dormitorio moviendo los dedos como sifueran patas. Al día siguiente me la trajeron; la habían encontrado en el cementerio, sobre la tumba de Sir John Rowell, que había sido enterrado allí, pues no habían podido dar con su familia. Lefaltaba el índice.
Hasta aquí, señoras, llega mi historia. No sé nada más. Las mujeres estaban asustadas, pálidas, trémulas. Una de ellas gritó:
—¡Pero no tiene desenlace, ni explicación! Noconciliaremos el sueño hasta que no nos diga qué sucedió, en su opinión.
El magistrado sonrió con severidad:
—¡Oh, señoras, estimo que voy a aguar sus terribles ilusiones! Pienso lisa y llanamenteque el legítimo propietario de la mano no estaba muerto, y que vino a buscarla con lo que le quedaba. Pero desconozco cómo logro su designio. Fue una especie de vendetta.
Una de las mujeres musitó:...
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