Profesor
de su obra desde la perspectiva del tao? Establecer un puente que una estas dos manifestaciones tan opuestas en tiempo, espacio, e ideas; parecía en un primer momento una tarea imposible; pero indagando en la obra de Francois Cheng “Vacio y plenitud”, me permitió avanzar y comprender la intima relación que existía entre estas dos expresiones del espíritu humano. Pierre Boulez, importante director y compositor del siglo xx, se dedicó en los años 60 a grabar la obra completa de Anton von Webern, por lo que me referiré a él para describir aspectos estéticos, biográficos y musicales. En su libro “Hacia una estética musical”, dedica un capítulo a éste compositor del que resumiré los siguientes conceptos: Anton von Webern, compositor austríaco (Viena, 3 de diciembre de 1883; Mittersill, 15 de septiembre de 1945). Webern vivió sus primeros años en Viena, luego en Graz y en Klagenfurt. Regresó a Viena para estudiar musicología con Guido Adler, estudios que terminaron en 1906: se recibió como doctor de la Universidad de Viena, con una tesis sobre el Choralis Constantinus de Heinrich Isaac (1450 – 1517). Antes, en 1904, había encontrado a Schönberg, luego de haber tratado sin éxito, de tomar lecciones con Pfitzner. Sus primeras composiciones revelan una fuerte adhesión a la tradición post‐romántica, especialmente a Mahler, al cual, durante toda su vida, mantendrá una gran fidelidad en el recuerdo. En 1911, abandona Viena por algún tiempo, al tener que asumir las cargas de Kapellmeister sucesivamente en Dantzig, Berlín y Stettin. No solamente era un excelente teórico –ejemplo excesivamente raro de compositor que haya cursado estudios de musicología‐, sino que era un músico de profesión, dirigiendo durante toda su vida obras del repertorio clásico y contemporáneo, tanto en el teatro como en los conciertos. Su música no es jamás inejecutable; a veces resulta un poco difícil (más exactamente, “delicado”), aunque lo es mucho más por las cualidades estilísticas que un intérprete debe desarrollar que por la dificultad instrumental propiamente dicha. Casi podría decirse que no hay obra de virtuosismo en todo lo que ha compuesto, con excepción quizá de algunas concepciones vocales que podrían acercarlo, por la dificultad, a ciertos roles de Cosi fan tutte o el Rapto del serrallo. A partir de su opus 17, Webern adoptará como principio organizador de su música, la
serie de doce sonidos inaugurada por Schönberg. La adopción de esta técnica le sirvió para unificar su vocabulario, le aportó cohesión más sólida, pero no cambió su pensamiento creador: su estilística era revolucionaria antes de la serie, seguirá siéndolo después de ella. En la época de sus obras más breves: Seis bagatelas para cuarteto de cuerdas opus 9; Cinco piezas para orquesta de cámara, opus 10; Tres piezas para piano y violonchelo, opus 11. En estas últimas, el paralelo con el haïkaï japonés se establece sin dificultad: es suficiente una frase para situar un universo e imponerlo con fuerza. ANÁLISIS Esto me hizo reflexionar sobre lo que dice F. Cheng, en forma muy simplificada acerca del pensamiento estético chino: “basado en una concepción organicista del universo, propone un arte que busca desde siempre recrear un espacio mediúmnico en el cual prevalece la acción unificadora del aliento‐espíritu, en el cual el propio vacío, lejos de significar algo vago o arbitrario, es el lugar interno donde se establece la red de transformaciones del mundo creado. Gracias al vacío, a lo siempre abierto, el artista trasciende el mimetismo estéril, ...
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