Profesora

RELATO DE LA VIDA
REAL
DOS DIAS DE ZOZOBRA
DOS DIAS DE ZOZOBRA
Bogotá 23, de Agosto de 1983
10.30 am.
Es Domingo. En días como éste suelo dormir un poco más, porque los agitados días de entre semana me dejan sin tiempo para amodorrarme como quisiera.
Mi vida transcurre entre el colegio Jorge Gaitán Cortez donde termino, de noche, mi educación secundaria, ymis trabajos ocasionales como profesor de matemáticas, a muchachos de educación media o primaria que no han visto, como yo, que los números solo son una oportunidad de divertirse y tener la satisfacción final de hallar las respuestas.
Además me dedico a escribir poemas para venderlos en los teatros, tabernas y parques de la ciudad, con el fin de aumentar los ingresos que necesito para mis gastospersonales, y para pagar el alquiler de un cuarto en una casa de familia, en la que llevo dos meses viviendo.
La casa en mención está ubicada al sur de la ciudad de Bogotá, Colombia, precisamente en el barrio Tunjuelito, y cuenta con dos jardines interiores, siete habitaciones grandes –que están arrendadas- y un departamento en la parte frontal, habitada por los dueños.
Mi habitación seencuentra al fondo y las duchas, por suerte, se hallan a unos pocos pasos de allí.
Los dueños de la casa tienen dos hijos: un niño de 9 años y una niña de 7.
Cada uno de los habitantes de la casa posee su propia llave de la entrada principal.
11.15 am.
Después de tomar un refrescante baño, me dirijo -toalla en cintura- al cuarto, y subo el volumen de la música como para estar a tono con esteesplendoroso sol matinal. Enseguida me dedico a afeitar los incipientes vellos de mi cara semi-lampiña, en un lavamanos que está dentro de la habitación.
11.20 am. Aproximadamente.
Un estruendo me saca del ensimismamiento en el que me encuentro; ni bien me vuelvo, veo estupefacto cómo unos diez policías –algunos uniformados y otros de civil- han pateado la puerta de madera, e ingresanviolentamente apuntando sus armas a mi cuerpo. Gritan como locos. Todo es confusión y caos.
Un desaforado policía ordena:
-¡Péguenle un tiro!
-¡Aunque sea en una pierna, pero péguenle un tiro!
Para mi fortuna esto no ocurre. Un uniformado me pone las esposas bruscamente, y otros se dedican a rebuscar entre las pocas pertenencias que tengo: tiran por el suelo el pequeño escaparate de los libros,desbaratan la cama en cuestión de segundos, rompen contra el suelo el radio despertador de la mesita de noche; no sé qué cosa están buscando. El que parece ser el jefe me ordena con improperios que me vista. Al ver mi cara de sorpresa (ya a estas alturas completamente desnudo, pues en el jaleo no sé en que momento se me resbaló la toalla) me suelta las esposas para que me vista, y vuelve a colocármelasun instante después.
No entiendo nada. Todo ha ocurrido de un modo vertiginoso, sin que alguien se hubiese tomado la molestia de decirme la causa de la abrupta intromisión.
Pregunto pero no recibo respuestas; me miran con ira y desprecio, como si yo fuese el enemigo público número uno del país.
11.40 am. Aproximadamente
Me sacan esposado. Una multitud de curiosos se agolpa en torno a la casa.Con alguna dificultad me meten en la patrulla de la policía, ante esas miradas acuciosas, acusadoras y enervadas que se dirigen en mi contra; es como estar viviendo mi propia película donde actúo como delincuente, sólo que esta ocurriendo de verdad.
Las acaloradas mujeres, que no saben si soy culpable de algo o no, me gritan de todo:
-¡Choro! ¡Ladrón!.
-¡Miren la cara de ratero que tiene! (eneso sí tiene razón)
Otra se aventura a gritar… ¡asesino!
Y yo, trémulo, temeroso, con mil interrogantes rondando mi cabeza, no salgo de mi asombro. Le pregunto al policía que va a mi lado en el radio patrulla, que fue lo que pasó para que me traten de esa manera, y por qué la gente grita de ese modo.
Me mira unos segundos en silencio. Incrédulo y con sorna me dice que no me haga el zonzo....