PROHIBIDO SUICIDARSE EN PRIMAVERA

Páginas: 70 (17475 palabras) Publicado: 18 de mayo de 2015

ACTO PRIMERO
En el Hogar del Suicida, sanatorio de almas del doctor Ariel. Vestíbulo como
de hotel de montaña, recordando esos paradores de turismo construidos
sobre ruinas de antiguos monasterios y artísticamente remozados por un
gusto nuevo. Todo es aquí extraño, sugeridor y confortable: el mobiliario, la
plástica, el trazado de las arquerías, la disposición indirecta de las lucesacristaladas. En las paredes, bien visibles, óleos de suicidas famosos
reproduciendo las escenas de su muerte: Sócrates Cleopatra, Séneca, Larra.
Sobre un arco, tallados en piedra, los versos de Santa Teresa: «Ven, Muerte,
tan escondida —que no te sienta venir— porque el placer de morir —no me
vuelva a dar la vida.
Amplia verja al fondo, sobre un claro jardín de sauces y rosales. El jardín
tiene un lago,visible en parte, un fondo lejano de cielo azul y montañas
jóvenes nevadas. En ángulo, a la derecha, arranca una galena oscura, en arco,
con pesada puerta de herrajes, practicable; sobre el dintel, una inscripción
que dice: «Galería del Silencio». En frente, otra semejante, pero clara y sin
puertas: «Jardín de la Meditación».
En escena, el Doctor Roda y Hans, su ayudante, con bata de enfermero. Elprimero, de aspecto inteligente y bondadoso; el segundo, de rostro y palabra
mortalmente serios. El doctor, al lado de una mesa volante de trabajo, revisa
sus ficheros.
DOCTOR.—Desengaños de amor, 8. Pelagra, 2. Vidas sin rumbo, 4.
Catástrofe económica... cocaína... ¿No tenemos ningún caso nuevo?
HANS.—El joven que llegó anoche. Está paseando por el parque de los
sauces, hablando a solas.DOCTOR.—¿Diagnóstico?
HANS.—Dudoso. Problema de amor. Parece de esos curiosos de la muerte
que tienen miedo cuando la ven de cerca.
DOCTOR.—¿Ha hablado usted con él?
HANS.—Yo sí, pero no me ha contestado. Sólo quiere estar solo.
DOCTOR.—¿ Decidido ?
HANS.—No creo: muy pálido, temblándole las manos. Al dejarle en el jardín
he roto detrás de él una rama seca, y se volvió sobresaltado, con cara de
espanto.DOCTOR.—Miedo nervioso. Muy bien; entonces hay peligro todavía. ¿Su
ficha?
HANS.—Aquí está.
DOCTOR (Leyendo).—«Sin nombre. Empleado de banca. Veinticinco años.
Sueldo, doscientas pesetas. Desengaño de amor. Tiene un libro de poemas
inédito». Ah, un romántico; no creo que sea peligroso. De todos modos
vigílelo sin que él se dé cuenta. Y avise a los violines: que toquen algo de
Chopin en el bosque al caerla tarde. Eso le hará bien. ¿Ha vuelto a ver a la
señora del pabellón verde?
HANS.—¿La Dama Triste? Está en el jardín de Werther.
DOCTOR.—¿Vigilada?
HANS.—¿Para qué? La he venido observando estos días; ha visitado todas
nuestras instalaciones: el lago de los ahogados, el bosque de suspensiones, la
sala de gas perfumado... Todo le parece excelente en principio, pero no acaba
de decidirse por nada.Sólo le gusta llorar.
DOCTOR.—Déjala. El llanto es tan saludable como el sudor, y más poético.
Hay que aplicarlo siempre que sea posible como la medicina antigua aplicaba
la sangría.
HANS.—Pero es que igual le ocurre al profesor de Filosofía. Ya se ha tirado
tres veces al lago, y las tres veces ha vuelto a salir nadando. Perdóneme el
doctor, pero creo que ninguno de nuestros huéspedes hasta ahoratiene el
propósito serio de morir. Temo que estamos fracasando.
DOCTOR.—Paciencia, Hans, nada se debe atropellar. La Casa del Suicida
está basada en un absoluto respeto a sus acogidos, y en el culto filosófico y
estético de la muerte. Esperemos.
HANS.—Esperemos (Señalando con un gesto). La Dama Triste. (La Dama Triste
llega al jardín de la meditación.)
DAMA.—Perdóneme, doctor...DOCTOR.—Señora...
DAMA.—He seguido sus consejos con la mejor voluntad: he llorado toda la
mañana, me he sentado bajo un sauce mirando fijamente el agua... Y nada.
Cada vez me siento más cobarde.
HANS (Animándola).—¿Ha visto usted nuestro muestrario último de
venenos?
DAMA.—Sí, los colores son preciosos, pero el sabor debe ser horrible.
HANS.—Puede añadirle un poco de menta, espliego...
DAMA.—No sé... El lago...
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