Prologo. La Rosa Muerta Amado Nervo

Páginas: 11 (2723 palabras) Publicado: 20 de enero de 2013
La Rosa Muerta
PRÓLOGO
Por Amado Nervo
[V]1 Yo creo que las mujeres a quienes Dios llama por el mal camino de las letras, deberían dedicarse a escribir novelas y con especialidad novelas de amor. La naturaleza ha hecho al hombre polígamo y a la mujer monógama. Ahora bien, la poligamia y el amor - cuando menos el amor cristiano -nada tienen que ver; ¿no se ha dicho por ventura que el amor es elegoísmo de dos? En cambio, a nadie se le ocurriría decir que es el egoísmo de cuatro... ¡o de cinco!
El hombre continúa entendiendo el amor - sobre todo el hombre moderno - un poco a la antigua, es decir, como una simple función natural, más o menos idealizada por el arte y por la poesía. Para la mujer en cambio, si no es una anormal, el amor constituye el fin por excelencia de la vida. Debeconducir al matrimonio o, en todo caso, a la [VI] posesión tranquila y completa. Como por otra parte la mujer es tan instintiva, conoce como nadie todos los recodos y todas las sutilezas amorosas; la astucia, que es así mismo en ella muy superior a la astucia masculina, hace que se complazca en las veredas sentimentales, en vez de ir por el camino real. Por todas estas razones y otras que se mequedan entre el varillaje de acero de la máquina de escribir, la mujer es la novelista o noveladora de amores más idónea. Las inglesas lo han comprendido muy bien y en la old England ya casi no se publican novelas de amor escritas por hombres; éstos se dedican si se quiere a ser los héroes de ellas, lo cual es diferente... y los que se sienten con vocación para escribir, eligen las ciencias, lahistoria, la crítica, etc.
En España e Hispano-América, hay pocas mujeres novelistas, porque hay pocas mujeres intelectuales. La preocupación religiosa y la burla que cierta gente hace de las escritoras, deben contribuir a ello una miaja; sin embargo, doña Emilia Pardo Bazán2 ha producido ya una verdadera biblioteca novelesca y doña Blanca de los Ríos3 tiene varios libros de imaginación, de un estilo[VII] acuñado ; de una gran fertilidad de léxico y de una observación muy experta.
¡Cómo, no aplaudir por tanto a la señora doña Aurora Cáceres por su buen propósito de novelar! Conoce ella de sobra este París « Meca » de nuestras ingenuas almas hispanoamericanas; se deja penetrar por este ambiente tan propicio al trabajo del espíritu y sabe buscar en el cosmopolitismo un si es no es abigarrado dela gran civitas, tipos llenos de interés, con los cuales al cabo de algunas páginas tenemos que simpatizar: tal es su Laura española, deliciosamente aparisianada y ese doctor oriental, que se enamoran en el « decor » de una clínica blanca, que huele a asepsia; se poseen sobre un lecho niquelado de operaciones, y allí donde tantas veces se ha oído el grito del implacable dolor humano, dejan ellosescuchar el del amor voluptuoso, que acaso no es sino otro dolor, el más grande de los dolores de la tierra... Pero Laura está enferma, de una enfermedad que Aurora Cáceres describe sin miedo (revelando cierto estudio y cierto ojo clínico que -helas!- los médicos suelen no tener), y con un pudor admirable de su carne triste, sofoca los alaridos [VIII] cuando la posesión que la maltrata, y así quepresiente que el doctor (que antes de convertirse en su amante la trató como médico) va a darse cuenta de la marcha del mal y acaso a sentir repugnancia por ella, la pobre heroína huye a esconder muy lejos su miseria, se va a morir a una clínica berlinesa, dejando al adorado una carta de romántico feminismo, llena de delicadeza:
« Perdóname por lo mucho que tu he ocultado y por mi vanidad de mujerque prefiere morir en el extranjero, lejos de ti, antes que dejarte unido al recuerdo de nuestro amor, la imagen de mi cuerpo mutilado estropeado. Nada te he dicho de los dolores físicos que me sobrevenían en nuestras horas de amor; mentira era la mejoría de que te hablaba siempre, mentira mi alegría y mis risas: lo único cierto era mi amor, lo único indestructible era esta pasión tan intensa...
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