Prometeo
-¡Nunca cumples tus promesas! ¡Te odio!
-Te equivocas. Yo no quería…
-¡Lárgate! ¡No te quiero volver a ver!
-Está bien, nena. Te prometo queno me volverása ver.
Despertó en su cuarto. De nuevo había tenido esa pesadilla. Se levantó y se alistó para ir al colegio.
Caminaba despacio, igualmentellegaría tarde. Ya se imaginabaa la coordinadora con el rostro serio, esperándolo en la entrada:
-Otra vez usted tarde.
-No es para tanto.
-¿Dos mesesllegando todos los días tarde, no es para tanto?-Bueno, sí lo es, pero es que si no llegara tarde de seguro me la encontraría.
-¿Encontrarse a quién?
-A ella. Esque la perdí por no cumplir mis promesas, así que…
Elestruendoso pito de un automóvil lo sacó de sus pensamientos. Ella estaba pasmada en medio de la calle,con los ojos cerrados, la cara echada hacia un lado, los brazoslevantados en cruz a la altura de su rostro. Unas llantas rechinaron dejando un rastro negrosobre el asfalto, luego un golpe seco y dos cuerpos que volaban por los aires endirecciones distintas.
Cuando despertó le molestó el sabor a hierro en su boca,el constante goteó que caía sobre su rostro, y el estar tirado en medio de la calle. Le tomóunos segundos reaccionar. Se limpió el hilo de sangre que escurríade su boca, extendió la mano hacía ella y limpió las lágrimas que le caían del rostro, dejando un manchacarmesí en sus mejillas.
-Tú nunca cumples tuspromesas.
-Tienes razón, yo sólo quería…
-¡No te vayas!
-Lo siento, nena. Te prometo que nunca me volverás a ver.
Cerró losojos e imaginó a la coordinadora
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