prostitución travesti

Chicas de vida fácil

Rolando García



I. Mundos paralelos, casos de la vida real

“Si pudiese trabajar como médico, dejaría este trabajo”
Antonela

En la América, a las 03:25, se respira un aire extraño. Al menos en las dos cuadras que van de la Pando a la Pucarani sobre el carril de subida. Hay alojamientos pasajeros uno al lado de otro a ambos lados de la calle; pero sobre estasaceras, las que dan a las callejuelas oscuras que se esconden por detrás de los condominios de la Estación Central y bajan hacia la cervecería, todo es discreto, silencioso y prohibido. Se siente la lujuria, el pecado… hay, mínimamente, necesidad de intimidad en ese aire extraño y decadente.
Al otro lado de las jardineras, sobre estas mismas calles pero hacia la Av. Manco Kapac, el mundo esdistinto. Pese a que a esa hora su febril vida diaria se reduce al movimiento que provocan algunos de los peores bares y whiskerías de La Paz, hay mucha actividad y gente caminando, principalmente borrachos y delincuentes. Aquí se respira música, chicas y alcohol, todo en exceso y a disposición. Hay miedo también, pero sólo en los sobrios que pasan rápido y se van.

Justo a esa hora, en el lado delpecado, un borracho baja de un taxi. Sube las dos cuadras zigzagueando y regresa una. Se detiene, mira a ambos lados de la calle como si buscara a alguien. Vuelve a caminar. Se planta frente a las escaleras del único nigth club de la cuadra con la intención de entrar pero se arrepiente, enciende un cigarrillo y camina otra vez.

Dos prostitutas travestis esperan bajo el umbral de la puerta de allado. Una está sentada en la patilla de cemento de la puerta y la otra, apoyada a la pared. Llegaron poco antes de la media noche. Visten tan iguales que parecen hermanas. Peinados a la permanente, faldas cortas, medias negras con brillo, tacones aguja, cartera marraqueta y abrigo, una gris y la otra negro. Están un poco gorditas, con un montón de años encima y otras tantas noches sin dormir. Seles nota.
La que está apoyada a la pared se anima. Aspira aire, suelta un pequeño silbidito para llamarle y se acerca al hombre por detrás.
—Hola, mi amor —le dice— ¿qué haces tan solito?
—Paseando un cacho —contesta él—. ¿Estás trabajando?
—Sí, amor. ¿Quieres entrar?
—¿Y cuánto cobras?
—Son treinta y cinco, papito —contesta ella—. Anímate, la vamos a pasar bien —Se le acerca, le roza laentrepierna con la mano.
—Sólo tengo veinte —dice él, da un paso atrás.
Ella mueve la cabeza. Sabe que los martes no hay clientela pero piensa que todavía es temprano para rematar su cuerpo. Sonríe, irónica.
—¿Veinte? ¡Estás loco! No puedo, mi amor. Treinta y cinco es lo mínimo.
—Pero no tengo más —mete las manos a los bolsillos, separa un billete de veinte bolivianos de entre los demás.
Latravesti observa a su compañera. Andrea es una de sus dirigentas y no está de acuerdo con que se cobre así, pero mueve los hombros en señal de ni modo. Nohelia le contesta también con los hombros, luego asiente con la cabeza. Le pide los veinte bolivianos con un movimiento de manos y los guarda en su cartera. «El alojamiento está allá al frente. Yo voy a ir primero y tú me sigues», le dice y cruza lacalle cimbrando sus tremendas caderas. El hombre camina dos metros atrás, mirando al piso.
No puede evitar sentir miedo. La noche en la Kennedy y sus alrededores puede ser peligrosa, cleferos en los callejones, hombres de excesos y delincuentes en los bares. Peleas… asaltos… alcohol… pero sobre la América todo es tranquilo, allí están las travestis cuidándose una a la otra y cuidando a los demás,sin querer hacerlo.
La travesti sube las gradas rojas de cemento desgastado y toca la vetusta puerta de madera del 408 de la calle Viacha esquina América. Una vieja casa de seis plantas que alguna vez tuvo las paredes blancas y que funciona como alojamiento exclusivo para las travestis desde que fueron relocalizadas de la Plaza del Estudiante esquina Landaeta, en 1995. No tiene cartel y su...