Prueba

Hoy, veintitrés de febrero, de dos mil trece, releo algunos poemas de Fernando Beltrán (Oviedo, 1956) en el libro "Donde nadie me llama", que compendia un ciclo de su obra, de 1980 a 2010.
Siempreme resultó un poco exagerada la forma de poetizar de F. Beltrán, trastocando el orden de las palabras en la frase, en el verso, para conseguir ese aura mágica del poema que abre nueva significación odeja puertas abiertas a nuevos pasillos de la casa y sus rincones. Esa versificación un poco a la francesa, a lo Verlain, como si de un puzzle desmontable se tratara y, por capricho, le permitieraintercambiar algunas piezas para conseguir el mismo resultado pero con un resultado distinto de la imagen que propone el fabricante. Esa forma o manera de crear metáforas, como digo, siempre me resultóun tanto forzada. Ahora, Beltrán, parece haber pulido su estilo y formula de una manera más natural sus artefactos. Ahora me gusta más. Ejemplo de ello puede ser "Sentado frente al mar", donde nodesaparece el estilo que le caracteriza pero se torna más directo y, a mi entender, llega mejor la imagen sentimental poematizada.

Sentado frente al mar
bajo la calma azul y la cerveza
de las olasrompiendo
sorbo a sorbo
con sus voces de piedra
sería fácil decir que el mundo es bello,

perfecto su perfil
mientras mis hijas juegan en la playa
y la espuma de un dios
desconocido
posa suaveen mis ojos
el extraño sabor de la armonía
fabricando sus ecos.

Esta brisa, esa luz, este poema,
aquel barco pesquero que regresa a puerto
perseguido por miles de gaviotas.

Sentado frente almar
sería fácil volar también con ellas,
embarcarse en las proas del paisaje,
pensar a voz en grito
que la felicidad existe,
y sería cierto.

Pero el mundo
se desgarra esta tarde por la piernade una niña en Sarajevo
y es difícil sentarse frente al mar
sin separar el agua de las lágrimas
que salpican la playa de los hombres
oxidando los sueños.

El castillo de arena
que mis...