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Marta Lamas
A Carlos Monsiváis
Con este ensayo pretendo "mapear" la complejidad de un hecho -la diferencia sexual- sobre el cual se construye el género en un doble movimiento: como una especie de "filtro" cultural con el que interpretamos el mundo, y también como una especie de armadura con la que constreñimos nuestra vida. Reconociendode antemano lo incompleto de este borrador, creo que funciona como una introducción a diversas reflexiones que abordan una interrogante básica del feminismo: ¿cuál es la verdadera diferencia entre los cuerpos sexuados y los seres socialmente construidos? Alrededor de dicha cuestión se articulan la teoría y la práctica feminista, generando, a su vez, otra serie de preguntas: ¿cómo establecernuevas categorizaciones si el discurso sobre la diferencia está anclado en la fisiología del cuerpo?; ¿podremos transformar el género para construir nuevas identidades?; ¿la identidad sexual es modificable?
Estas dudas, traspasadas por una preocupación relativa al poder -la represión y la estigmatización vinculadas a la economía sexual y la política sexista- han sido, y son todavía, un motor para elfeminismo. Cualquiera que analice el vínculo entre cuerpo y política encuentra que el resurgimiento feminista de los años setenta impulsó una convergencia amplísima de preocupaciones políticas, prácticas y teóricas al respecto. Justamente el feminismo estalló a partir de la interpretación que se hacía de la diferencia entre los cuerpos de los hombres y los de las mujeres: puesto que teníananatomías distintas, sus capacidades intelectuales y sus papeles sociales también habían de diferir; así, se aceptaba tranquilamente que las mujeres no tuvieran los mismos derechos ni las mismas opciones de vida que los hombres. Millones de mujeres en todo el mundo salieron a la calle exigiendo dejar de ser definidas por sus cuerpos, mientras el discurso feminista, haciendo una analogía con el racismo,nombraba sexismo a la discriminación que deriva de tratar de manera diferente a las personas dependiendo de su sexo. En tanto que la denuncia feminista respecto de la desigualdad sexista documentó el control, la represión y la explotación sobre los cuerpos de las mujeres, la academia feminista profundizó en la reflexión sobre las diferencias entre hombres y mujeres, y renovó el debate sobre loinnato y lo adquirido. Se generalizó entonces el uso de la categoría género para referirse a la simbolización que cada cultura elabora sobre la diferencia sexual estableciendo normas y expectativas sociales sobre los papeles, las conductas y los atributos de las personas en función de sus cuerpos.
Desde entonces a la fecha han ido en aumento las reflexiones teóricas y las investigacionesempíricas sobre el cuerpo1 como locus de los procesos sociales y de las influencias culturales: desde el estudio relativo a las representaciones sociales hasta la definición de las políticas específicas sobre la reglamentación del uso sexual y reproductivo del cuerpo, pasando por el análisis de las nuevas formas de uso del cuerpo (bodybuilding, alquiler de úteros, modificación quirúrgica de genitales,etc.). La tendencia intelectual dominante trabaja sobre la construcción social del cuerpo: desde la forma en que culturalmente se otorgan nuevos significados a diversos aspectos corporales, hasta las reformulaciones políticas que partiendo de cómo se viven el género y la etnia, la cultura y la religión- controlan y regulan diferencialmente los cuerpos.
En este panorama, la indudable contribucióndel feminismo ha sido colocar el cuerpo en la agenda política: mostrar cómo el género moldea y desarrolla nuestra percepción de la vida en general y, en particular, poner en evidencia la valoración, el uso y las atribuciones diferenciadas que da a los cuerpos de las mujeres y de los hombres. Así, al cuestionar la definición social de las personas a partir de su cuerpo, el feminismo coincide...
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