Prólogo de Casa de muñecas - Ibsen

CASA DE MUÑECAS – HENRIK IBSEN
Ciertos autores cuyas obras se han visto beneficiadas con la eternidad, recibieron el título honorífico de clásicos. Así se los reconoce, dado que el eufemismo presupone la convención de un modelo que habrá de ser imitado o seguido en el futuro. Los clásicos, de esta forma, deberán confrontarse con las condicionantes marcadas por los nuevos tiempos, que suelenarratrar todo un sistema de valores de rasgos originales y cambiantes. Es en esas batallas de diversa magnitud, lo que va minando su capacidad de reacción y vigencia al enfrentarse a la renovada mirada del porvenir.
Los cambios sociales, morales, éticos y estéticos de cada época someten a las grandes obras del pasado a una dura contienda en la que no siempre logran ser asimiladas con la mismaprofundidad por los contemporáneos. Es más: en muchos casos incluso se pone en duda la eficacia innovadora de su calidad al tener que manejarse con categorías que por diversos motivos han quedado trasvasadas en su desigual pelea contra el tiempo. Desde esa perspectiva, el modelo pierde potencialidad y comienza a adquirir la rigidez de una lengua muerta.
La palabra clásico comporta asimismo la falsapercepción de algo inmanente, y cierta cualidad que se asocia a lo tradicional, lo conservador. Lo contradictorio es que para acceder a esta condición, la obra en cuestión a su debido momento debió romper con las estructuras circundantes, mostrar un sesgo transgresor a partir del cual reconoce su nuevo estado. Y este rasgo no acostumbra a desaparecer tan fácilmente cuando el mérito de las obras nosólo desafía con todo su peso las leyes de su tiempo, sino también del que vendrá. Las tragedias de Sófocles o Esquilo, las comedias de Aristófanes, pueden dar cuenta de ello.
El caso de Henrik Ibsen presenta características similares. Sus obras permiten seguir siendo representadas o leídas y provocar la misma admiración o sorpresa que habrán ejercitado en su época. Creó un mundo propio en el quepudieron refugiarse no sólo sus semejantes, sino también los hijos del mañana. Y habitó en ese mundo con figuras que renovaron una manera de decir las cosas, que se opusieron a las convenciones de su época y se arriesgaron por una estética situada más allá de los mezquinos límites de una gloria fugaz. Esa apuesta de Ibsen encuentra toda su validez en el presente: su obra, lejos de poder considerarseuna lengua muerta, marmórea y yerta, adquiere el emblema de una flor carnívora que rejuvenece a medida que su perfume cautiva nuevas generaciones de amantes que ven en el teatro y su poesía la posibilidad de una vida mejor. Quien conoce su aroma, ya no lo puede abandonar. Esa estética del riesgo concebida por el genial dramaturgo noruego desafía la visión indiferente con el vigor de unmaratonista por encima de cualquier barrera espacio-temporal. No es poco mérito si pensamos que sus propuestas no invitan a la contemplación laxa, distendida sino por el contrario, a la mirada provocadora, exacerbada, e incluso por momentos desconcertante, cuestionadora y hasta controvertida.
Hacia mediados del siglo pasado Noruega era un apéndice de tierra ríspida, pobre y pueblerina, castigada porlargas y heladas noches. Sus escasas almas enfocaban el faro de los sueños hacia el mar, en busca de un sol que pudiese entibiar un poco las tensas imposiciones del protestantismo. No fue sencillo para Henrik Johan Ibsen crecer allí, como no lo fue para muchos coetáneos. Legó al mundo en el edificio Stockman, ubicado en la localidad de Skien, el 20 de marzo de 1828. Su familiar había conocido en elpasado los blasones de la nobleza, y eso debe haber profundizado aún más el golpe que significó la pública declaración en bancarrota del comercio paterno hacia 1836. Este hecho obligó a que la familia se instalase en una pobre granja de las afueras de la ciudad, Venstop Farm, donde Henrik pasaría buena parte de su infancia. Por si la pobreza no fuera en sí misma suficiente castigo, los Ibsen...