Psicoanalisis
Mañana- murmuro, despachando a Claude Bastille mientras está de pie
en la entrada de mi oficina.
-Golf, esta semana Grey.- Sonríe Bastille con fácil arrogancia, sabiendo
que su victoria en el campo de golf está asegurada.
Lo miro con el ceño fruncido y él se gira y se va. Sus palabras de
despedida frotan sal en mis heridas porque a pesar de mis heroicos
intentos estamañana en el gimnasio, mi entrenador personal había
pateado mi trasero. Bastille es el único que puede derrotarme, y ahora
quiere otra libra de carne humana en el campo de golf. Detesto el golf,
pero los negocios se dan mejor en los espacios abiertos, tengo que
soportar sus lecciones también ahí... y aunque odio admitirlo. Bastille
de alguna manera mejora mi forma de juego.
Mientras miro elcielo de Seattle, la familiar sensación de hastío se filtra
en mi conciencia. Mis días se están mezclando sin distinción, y necesito
alguna clase de diversión. He trabajado todo el fin de semana y ahora,
en los constantes confines de mi oficina, estoy inquieto. No debería
sentirme de esta manera, no después de severas competencias con
Bastille. Pero lo hago.
Frunzo. La triste realidad esque la única cosa que tiene mi interés
últimamente ha sido mi decisión de enviar dos buques de carga a
Sudan. Lo que me recuerda; no se supone que Ros tiene que regresar
con los números y la logística. ¿Qué diablos la detiene? Con la intención
de averiguar a que está jugando, le echo un vistazo a mi agenda y
alcanzo el teléfono.
¡Oh Cristo! Tengo que aguantar una entrevista con lapersistente
Señorita Kavanagh de la revista estudiantil WSU. ¿Por qué demonios
accedí?
Detesto las entrevistas, preguntas vanas tras más vanas, mal
informadas, idiotas vacías. El teléfono zumba.
-Si - ataco a Andrea como si ella tuviese la culpa. Al menos puedo
ocuparme de esta pequeña entrevista.
-La Sra. Steele está aquí para verlo, Dr. Grey.
-¿Steele? Estaba esperando a KatherinKavanagh.
-Es la Sta. Steele la que está aquí, señor.
Frunzo el ceño. Odio lo inesperado.
-Dígale que entre- murmuro, sabiendo que sueno como un adolescente
malhumorado pero sin que me importe una mierda.
Bueno, bueno... la señorita Kavanagh no está disponible. Conozco a su
padre, el dueño de Kavanagh media. Hemos hecho negocios, parece un
operario astuto y una buena persona. Estaentrevista es un favor para
él, uno del que quiero sacar provecho cuando me convenga. Y tengo que
admitir que estoy vagamente interesado por ver si la manzana ha caído
lejos del árbol.
Una conmoción en la puerta me pone de pie, mientras un remolino de
pelo castaño largo, extremidades pálidas, y botas cafés entra de cabeza
en mi oficina. Pongo mis ojos en blanco y contengo mi enfado natural
haciatal torpeza mientras me apresuro hasta la chica que ha caído
sobre sus manos y rodillas sobre el suelo. Juntando sus delgados
hombros, la ayudo a ponerse de pie.
Claros, brillantes y apenados ojos de color azul encuentran los míos
poniendo fin a mis preocupaciones. Son unos extraordinarios ojos color
azul pálido inocentes, y por un feo momento, creo que puede ver a
través de mí. Mesiento... expuesto. La idea es desconcertante. Es
pequeña, un dulce rostro que ahora se ruboriza, de un inocente rosa
pálido. Me pregunto brevemente si toda su piel es tan... perfecta, y
como se vería rosa y caliente por un azote. Joder. Detengo mis
descarrilados pensamientos, alarmado por la dirección. ¿En qué
demonios estás pensando Grey? Esta chica es demasiado joven. Ella
jadea y casi pongode nuevo mis ojos en blando. Si, si nena es sólo una
cara belleza superficial. Se disipa mi hostilidad, admirando la mirada de
esos grandes y ojos azules.
Hola del show Grey. Vamos a divertirnos.
-Señorita Kavanagh- me dice tendiéndome una mano de largos dedos en
cuanto me he incorporado-. Soy Cristian Grey. ¿Está bien? ¿Quiere
sentarse?
Ahí está de nuevo el rubor. Al mando de nuevo,...
Regístrate para leer el documento completo.