Psicologa
La palabra Once siempre tuvo para mi un sabor hogareño, es mi barrio, mi infancia, el tranvía 94 que me llevaba hasta Yatay y Díaz Velez, a mi colegio de hebreo. Once erael lugar de los olores en los almacenes de los paisanos en la esquina de Pasteur, del gallego de Uriburu, de las chucherías de la calle Azcuénaga. Los manteles de encaje de Lyon, el alemán solterón queamaba las porcelanas.
Los dueños de los negocios de mi cuadra me conocían por mi nombre, y yo a ellos, Abraham el farmacéutico, Levy el almacenero, Bull el de la disquería, Mitelman, el que cortabalas telas sobre una larga mesa de madera que se veía desde la vereda. Lerner el petiso pelirrojo de la óptica del barrio.
En la esquina de la zapatería La Babel, cerca del rojo buzón estaba elmanisero con su pequeña locomotora de la que salía el humo del maní calentito que tostaba partiendo la madera de los cajones de fruta .
El once, Plaza Miserere, era el lugar donde tenía que tomarme eltren a Castelar para visitar a mi Amigo Ariel cuando tenía diez años,. Los sábados a la mañana preparaba mi bolso, y caminaba por corrientes, doblaba por Pueyrredón y me quedaba un buen rato con lanariz pegada a la vidriera de la casa de artículos importados en la esquina de Valentín Gómez. Una lámpara cilíndrica con una imagen de las cataratas, que por algún mágico efecto óptico no paraba deverter agua. Me detenía allí cada vez. La veterinaria con peces de colores y con algún perrito en una enorme cámara de vidrio llena de aserrín en el piso.
Gente comiendo un sándwich en el tren, mediaslunas, o tomando mate mientras una señora (siempre había una) leía TV guía, ideal para leer en viajes cortos. Ciclistas o algún perro con su dueño en el pequeño compartimiento destinado a ellos. Losvendedores de peines y lápices que entraban hablando y ofreciendo uno y otro artículo por la módica suma de 10 pesos “y por si esto fuera poco una lapicera fuente”
Heladeros, pochocleros en las veredas...
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