Puedo Soñar Contigo Blue Jeans
rendidos 3
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El Club de los Incomp
Eta
G Plan
ÍNDICE
Portada Prólogo Miércoles
Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Jueves
Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12
Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18
Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30
Capítulo 31 Viernes
Capítulo 32 Capítulo 33 Capítulo 34
Capítulo 35 Capítulo 36 Capítulo 37 Capítulo 38 Capítulo 39 Capítulo 40
Capítulo 41 Capítulo 42 Capítulo 43 Capítulo 44 Capítulo 45 Capítulo 46
Capítulo 47 Capítulo 48 Capítulo 49 Capítulo 50 Capítulo 51 Capítulo 52 Capítulo 53 Capítulo 54 Capítulo 55 Capítulo 56 Capítulo 57 Capítulo 58
Capítulo 59 Capítulo 60 Sábado
Capítulo 61 Capítulo 62 Capítulo 63 Capítulo 64 Capítulo 65 Epílogo
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PRÓLOGO
Se sobresalta y echa un vistazo a su alrededor. Las cortinas se mecen
adelante y atrás impulsadas por una suave brisa que entra por la ventana.
Todo parece tranquilo en la habitación. Allí no hay nadie más. Entonces, ¿sólo ha sido un sueño? Se frota los ojos con fuerza y, a media
luz, comprueba que realmente se encuentra a solas. Sí, no hay duda. El
dormitorio está vacío.
Un sueño, un estúpido sueño... Era tan real. Tan auténtico. ¿Por qué
sueña con cosas inalcanzables? Su subconsciente le ha vuelto a jugar una
mala pasada. Una más para la colección. Al menos esta vez la escena era dulce, amable. Pero saber que jamás se hará realidad le altera.
—¡Hip! —suelta, en voz alta—. ¡Hip! Maldito hi... ¡Hip! Le ocurre con
frecuencia. Cada vez más a menudo. Los nervios, le ha dicho el doctor.
Vive con demasiada tensión. Y es que siempre que hay algo que no puede
controlar o le sobrepasa, le entra un incesante hipo. —Tienes que relajarte. —¿Sabe? No es tan fácil. —Claro que no lo es.
Pero para eso estoy yo aquí, para enseñarte. Cierra los ojos. Sin
oponerse, obedece al señor que tiene delante. Oscuridad. —¿Y ahora?
—Ahora, imagina que estás en una playa... Relájate... Poco a poco te vas
a ir encontrando mejor. En calma. ¿Ya ves la playa?
—No. —Concéntrate. Imagina una bonita playa desierta. No hay nadie en
ella. Sólo estás tú. La arena suave roza tus pies descalzos... El mar... Las olas muriendo en la orilla... ¿Escuchas las olas?
—No. Sólo a usted. —Está bien. Sigamos... No abras los ojos. Debes oír y
ver las olas del mar... —No hay ningún mar, ni tampoco olas. Nada de
nada. Sólo veo negro. —Claro. Porque tienes los ojos cerrados y no te
estás concentrando. Debes relajarte e imaginar que estás en la playa. —Es que no me gusta la playa. El doctor resopla, algo desesperado. Sin
embargo, su labor es seguir insistiendo. Le pide una vez más que continúe
con los ojos cerrados y se dirige hacia la mesa donde está el ordenador.
Abre la carpeta en la que guarda la discografía completa de Café del Mar.
Elige al azar uno de sus temas y pulsa el Play.
—¿Escuchas? —le pregunta, susurrando—. Esta música es para que te relajes. —¿No tiene algo más movidito? Me duermo. —Eso es que te estás
relajando. —Qué sueño. —No te duermas. Aún nos queda media hora de
sesión. Olvidémonos del mar y la playa. Ahora imagina que estás en un
lago. Las montañas alrededor. El cielo azul. Todo está muy tranquilo. No
hay
ni un solo ruido. Sólo la música que...
—¿Hay pájaros? —¿Quieres que haya? —Sí. Me gustaría. —Muy bien. ...
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