puentes como liebres
Mario Benedetti
Iremos, yo, tus ojos y yo, mientras descansas, bajo los tersos párpados vacíos a cazar puentes, puentes como liebres, por los campos del tiempo que vivimos.
Pedro Salinas
Había oído mencionar su nombre, pero la primera vez que la vi fue un rato antes de subir al vapor de la carrera. Mis viejos y mis hermanas habían venido a despedirme y estabanalgo conmovidos, no porque viajara a Buenos Aires a pasar una semana con mis primos sino porque a mis dieciséis años nunca había ido solo "al extranjero". Ella también estaba en la dársena pero en otro grupo, creo que con su madre y con su abuela. Entonces mamá le dijo discretamente a mi hermana mayor: "Qué linda se ha puesto la hija de Eugenia Carrasco, pensar que hace dos años era sólo unagurisa". Mamá tenía razón: yo no podía saber cómo lucía dos años atrás la hija de Eugenia, pero ahora en cambio era una maravilla. Delgada, con el pelo rojizo sujeto en la nuca con un moño, tenía unos rasgos delicados que me parecieron casi etéreos y en el primer momento atribuí esa visión a la neblina. Luego pude comprobar que con niebla o sin niebla, ella era así. Al igual que yo, viajaba sola. Pocodespués ya con el barco en movimiento, nos cruzamos en un pasillo y me miró como reconociéndome. Dijo: "¿Vos sos el hijo de Clara?", exactamente cuando yo preguntaba: "¿Vos sos la hija de Eugenia?". Nos avergonzamos al unísono, pero fue más cómodo soltar la risa.
Tomé nota de que cuando reía, podía ser una pícara que se hacía la inocente, o viceversa. Inmediatamente cambié mi rumbo por el suyo.Iba pensando proponerle que cenáramos juntos y ensayaba mentalmente la frase cuando nos encontramos con el restaurante, así que se lo dije. "Y mirá que tengo plata". Me gustó que aceptara de entrada, sin recurrir al filtro de negativas e insistencias tan usado por los adultos en los años treinta. "Ah, pero somos algo más que el hijo de Clara y la hija de Eugenia, ¿no te parece? Yo me llamoCelina." "Y yo Leonel". El mozo del restaurante nos tomó por hermanos. "Qué aventura", dijo ella.
Estuve por decir aventura incestuosa, pero pensé que iba demasiado rápido. Entonces ella dijo "aventura incestuosa" y no tuve más remedio que ruborizarme. Ella también pero por solidaridad, estoy seguro. Me preguntó si sabía en qué estaba pensando. Qué iba a saber. "Bueno, estoy pensando en la cara quepondría mi abuela si supiera que estoy cenando con un muchacho".
Albricias: el muchacho era yo. Y el mozo que me preguntaba si iba a pedir el menú económico. Por supuesto. Y el mozo que preguntaba si mi hermanita también. Y ella que sí claro, "por algo somos inseparables". Se fue el mozo y dije: "Ojalá". "Ojalá qué". Me di cuenta de que había conseguido desorientarla. "Ojalá fuéramosinseparables". Ella entendió que era algo así como una declaración de amor. Y era. Cuando estábamos terminando la crema aurora, me preguntó por qué había dicho eso, y estaba seria y lindísima. Yo no estaba lindísimo pero sí estaba serio cuando imaginé que la mejor respuesta era enviarle mi mano por entre el tenedor y las copas, pero ella: "Ay no, acordate que somos hermanitos". Hay que ver los problemasque tenían los chicos, allá por 1937, en los preámbulos del amor. Era como si todos, las madres, las tías, las madrinas, las abuelas, los siglos en fin, nos estuvieran contemplando. Entonces, con las manos muy quietas pero crispadas, le contesté por fin que le había dicho eso porque me gustaba, nada más. Y ella: «Me gusta como decís que te gusto». Ah, pero a mí me gustaba que a ella le gustara cómodecía yo que me gustaba. Sí, ya sé, qué pavadas. Pero a nosotros nos sonaban como clarinadas de genio, de esas que aparecen en los diccionarios de frases famosas. Cuando estábamos en el churrasco ella dijo que hasta ahora no se había enamorado, pero quién sabe. "Además, sólo tengo quince años". Y yo dieciséis. Pero quién sabe. Y desplegaba su sonrisa. Comparada con la suya, la de la Gioconda era...
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