Pulseando con el dificil
Ana Lydia Vega
I. PRIMER ROUND
En 1952, ondeó oficialmente la monoestrellada por primera vez en cielo boricua. Bien
acompañadita, claro está, por la inevitable Old Glory, mejor conocida en estos lares criollos
como la pecosa. Supongo que fueron los independentistas los que, en justa revancha por su
presencia non grata, le endilgaron tan infamante apodo a la banderaamericana.
Ese también fue el año de mi ingreso a la escuela. Como muchos matrimonios procedentes de “la
isla” y recién agregados, con mucho esfuerzo, a la incipiente clase media urbana de Santurce,
mis padres hicieron mil malabarismos económicos para mandar a sus hijas a un colegio católico
de monjas U.S. number one. No se trataba tanto de evangelizamos en la fe del Cardenal Aponte
—mi padreera masón y decididamente anticlerical— como de poner en el buen camino de la
promoción social vía el aprendizaje religioso del inglés. Así pues, un buen día me encontré, más
pasmada que triste, sentadita en un salón de clases con mi uniforme verde trébol, mi blusita
blanca y mis recién brilladitos zapatitos marrón.
Las monjas, que eran en su mayoría de origen irlandés, se tiraron de pechoingrata tarea de
convertimos en buenos americanitos. Cada mañana cantábaamos el oseicanyusí y jurábamos la
bandera gringa con todo y mano en el pecho. El inglés era, por supuesto, la lengua de estudios en
todas las clases menos la de español. Hasta para ir al baño había que pedir permiso en inglés.
Muchos fuimos los que tuvimos que mojar el pupitre por no atrevernos a formular o pronunciargoletamente el complicado santo y seña del acceso a los meatorios. No resulta entonces
sorprendente que desde los cinco añitos comenzara para nosotros, los niños mimados del ELA,
una conflictiva y apasionada love/hate relationship con el idioma que nuestro pueblo, entre
temeroso y reverente, ha apellidado “el difícil’.
Ya para tercer grado nos tenían entendiendo los mandatos pavlovianos de lasmonjas y mascando
mal que bien el basic English para sobrevivir en la jungla escolar. Los libros de texto importados
y las actitudes transmitidas por las maestras-misioneras creaban en nuestras cabecitas un mundo
alterno, completamente distinto del que conocíamos y vivíamos en nuestros hogares. Mientras en
la calle Feria papá improvisaba décimas y nos prohibía llamarle ‘papi’, relegando elcariñoso
apelativo al rango de indeseable anglicismo, en la escuela era anatema, aún en pleno tranque,
recurrir al español para expresar alguna idea escurridiza. Poco a poco se iba consolidando la
visión del inglés como lengua de cachet, de progreso y de modernidad mientras el español
quedaba reducido a la esfera de lo anticuado, de lo doméstico. En inglés era todo el vocabulario
técnico, científicoy literario que incorporábamos para nombrar los más diversos aspectos del
conocimiento. Recuerdo que cuando llegué a la Universidad de Puerto Rico tenía a menudo que
precipitarme urgentemente sobre el diccionario en busca de términos matemáticos, nombres de
personajes históricos o de países “exóticos” que no sabía decir en español.
Las lagunas léxicas, aunque incomodantes, no eran lo másgrave del caso. Para eso, después de
todo, estaba el Velázquez revisado. Lo más insidioso de todo resultaba ser la doble escala de
valores que nos habían infiltrado sutilmente en el sistema circulatorio. Estábamos absolutamente
convencidos de que el inglés nos daba acceso, como diría Almodóvar, a las grandes conquistas
del mundo occidental. El español, por otra parte, nos atabairremediablemente al atraso, al
subdesarrollo, a la vulgaridad. Era una íntima convicción, como la de que Dios existe, que no se
cuestionaba, que ni siquiera se ponía en palabras. El mal gusto de aquellas santas mujeres que
tenían a cargo nuestra domesticación jamás llegó tan lejos como para arrancarles el vil
pronunciamiento de que el inglés era el boarding pass para llegar al cielo. Años de atenta...
Regístrate para leer el documento completo.