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Entonces, hablando de Cortázar, volvía Las armas secretas (quizás, integralmente, el mejor libro de cuentos de la literatura argentina), a “El otro cielo”, “Casa Tomada”, “Circe”, “Carta a una señorita en París”, “La señorita Cora”, “Laautopista del sur”, parcialmente volví a Rayuela y 62 Modelo para armar, a cuentos gloriosos de la última etapa como “La escuela de noche” o “Usted se tendió a tu lado”. No necesitaba ya alimentar eseafán totalizador, que suele ser más bien una fantasía de descubrir algo nuevo del Todo de un escritor cuando en verdad conocemos más por la pausada suma de las partes.
A pesar de mi educaciónsentimental psicobolche y a una marca iniciática nada desdeñable (fui al Mariano Acosta, el colegio de Cortázar, el del cuento de la escuela de noche), nunca me engancharon especialmente los derroterosmilitantes pro Cuba y Nicaragua de Cortázar y los debates de allí derivados. Desde que empecé a leerlo (antes de cualquier forma de militancia) fue más bien una experiencia literaria intensa, casi meanimaría a decir que en mi vida leer a Cortázar fue la primera experiencia estética.
Cortázar me sirve de antídoto cuando al escribir mis propias ficciones noto que tiendo a ponerme excesivamente...
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