¿Qué debo leer?
Una pregunta para nuestros tiempos
La pregunta que constituye el título del presente artículo es de significativo peso y de una gran importancia práctica. Ella encierra mucho más de lo que quizás estaríamos dispuestos a admitir. Un conocido refrán dice: «Dime con quién andas, y te diré quién eres». También podríamos decir, con igual verdad: «Muéstrame tubiblioteca y te diré cómo te encuentras». Nuestras lecturas, por lo general, pueden tomarse como el gran indicador de nuestra condición moral, intelectual y espiritual. Nuestros libros constituyen nuestro alimento intelectual y espiritual, la sustancia de la que se nutre el hombre interior. De ahí la seriedad de toda esta cuestión de las lecturas del creyente. A la verdad, debemos confesar abiertamente anuestros lectores que este asunto nos ha tenido bastante preocupados últimamente; y nos sentimos constreñidos —por fidelidad al Señor y a las almas de nuestros lectores— a ofrecer unas palabras de advertencia respecto a un tema que no podemos sino considerarlo de verdadera importancia para todos los cristianos.
Observamos, con profunda consternación, un creciente desinterés por lalectura de libros sólidos, especialmente entre los jóvenes creyentes, aunque por desgracia no se limita solamente a ellos. Diarios, novelas religiosas, obras sensacionalistas, todo tipo de literatura ponzoñosa y despreciable es devorada con avidez; en tanto que los libros de importantísimas y preciosísimas verdades yacen intactos y abandonados en los estantes.
Creemos que todo esto es muylamentable. Lo consideramos como una alarmante señal de una condición espiritual decadente. Es ciertamente difícil concebir cómo uno que posee aunque sea una pizca de vida divina puede hallar placer en toda esa inmundicia contaminante que abunda hoy día y que tristemente vemos en manos de muchos que ocupan el más alto terreno de la profesión cristiana. El inspirado apóstol exhorta a todos loscristianos con estas palabras: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis” (1.ª Pedro 2:2). ¿Cómo podemos crecer si descuidamos la Palabra de Dios y, en cambio, devoramos periódicos y libros superfluos y sin valor? ¿Cómo es posible que un cristiano se halle en una saludable condición de alma cuando apenas dedica unos pocos momentos para hojear deprisa uno o dos versículos de la Escritura, mientras que se aplica durante horas a lecturas triviales y efímeras? Podemos estar seguros de que nuestras lecturas reflejan qué somos y cómo estamos. Si nuestra lectura es fútil y frívola, ello prueba que nuestro estado es el mismo. Si nuestro cristianismo es de carácter sólido y diligente, ello será claramente evidenciado por nuestras lecturashabituales y voluntarias, por el tipo de lectura que buscamos para nuestra recreación y refrigerio.
Puede ser que algunos arguyan: «No podemos estar leyendo siempre la Biblia y buenos libros». A ello contestamos, de forma resuelta y enfática: la nueva naturaleza nunca tendrá interés por leer ninguna otra cosa. Ahora bien; pregunto: ¿A quién deseamos alimentar: a la vieja naturaleza o a la nueva?Si a la nueva, entonces podemos estar seguros de que los periódicos y la literatura liviana no pueden ser utilizados para tal fin. Es absolutamente imposible que un cristiano verdaderamente espiritual y serio pueda hallar algún placer con tales lecturas. Puede suceder que un cristiano, por el tipo de actividades que desarrolla —ya sea en el orden comercial, profesional o público— se vea obligadoa remitirse a los periódicos. Pero esto es algo completamente diferente a hallar su verdadero deleite y recreación en ese tipo de lectura. No encontrará el maná oculto ni el grano de la tierra de Canaán en los diarios. No hallará a Cristo en las revistas mundanas.
Es algo miserable y desgraciado oír a un cristiano decir: «¿Cómo podemos estar leyendo siempre la Biblia?» o «¿Qué tiene...
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